martes, 28 de mayo de 2013

Capítulo 17-- La historia de las Croquetas.

--¡Pasad las urnas! Pero sin correr –dijo la profesora.
--¿Qué sin correr ni que croqueta quemada? –dije yo--¡Corred que quiero saber los resultados!
--Alissa, ya. De verdad. ¿Qué te pasa con las croquetas?
Reí y miré como pasaban la urna. Cuando llegó a mí, voté mi propuesta, claramente, y se la pasé a Dea, que votó también nuestra propuesta.
La urna llegó a la mesa de la profesora y ella empezó a contar los votos, con exasperante lentitud.
--¡Profe, lo haces a propósito! –grité.

--Dylan, Alissa, Dylan, --me ignoró—un Gusanito, Felicidades An… ¿No podéis votar en serio?
--¡Profe, acaba ya! –gritó media clase.
--Gana Alissa –dijo tirándome las papeletas.
--¡VIVA! –gritó Dea.
--Ahora os espera un largo tiempo para preparar actores.
--¡Esperad! –exclamó Dea poniéndose delante de toda la clase. Oh, oh-- ¿Quién quiere ver actuar a Alissa y que sea la protagonista?
Toda la clase levantó la mano.
--¡No! –grité-- ¡Me niego! ¡Protagonista no! ¡Hay que cantar y…!
--¿Cantar? Decidido, tú—dijo la profesora--. Puedes cantar una oda a las croquetas, pero tú la protagonista.
--Profesora, le recuerdo que el año que viene usted no estará en este instituto y que quedan dos días de clases después de la entrega de notas. No haga que me vengue.
--No amenaces, que las notas no están puestas –dijo ella.
--¡JUM! –exclamé indignada—Dea, te mataré. Espérame a la salida.
--Voy a comer en tu casa, como buena gorrona –dijo ella--. Claro que te espero.
--Dealia, en mi casa hay cuchillos.
--Y en la mía. Y en la de todos. Dime algo que no sepa.
--Hay croquetas para comer.
--Alissa, cuéntame tu historia con las croquetas—dijo la profesora poniéndose en pose de psicóloga.
Reí. Esas eran nuestras clases de tutoría.
--Un día estaba en clase de Plástica haciendo un llavero de peluche. Iba a ser un osito, un osito adorable, marrón y precioso, pero la cabeza me quedó amorfa, deforme. Iba a ser un ‘’Teddy Bear’’, pero al final lo arreglé de mala manera y acabó siendo una croqueta. Le pegué unos ojos y una boca y acabó así –dije sacando mi llavero, que, efectivamente, era una croqueta sonriente.
--¿Y solo por eso empezó lo de las croquetas?
--Por eso y porque esa noche los tres, Lucas, Dea y yo –levanté tres dedos—cenamos croquetas.
--Oh –dijo la profesora, perpleja, mientras sonaba la campana--¡Salid de aquí, bestezuelas, que ya podéis correr a vuestras casas como si no hubiese mañana! ¡Sois libres, golondrinas mías, id a predicar vuestra sabiduría! –dijo la profesora con sonrisa soñadora.
--¿Profe? –reímos.
--Tengo mucho que corregir. Fuera –nos echó.
Corrimos a la puerta y fui, cogida del brazo de Dea, hacia el parque, donde nos encontramos a tres chicas, compañeras nuestras, sentadas en un banco comiendo pipas.
--¡Jessie! ¡Kat! ¡An! –dijimos Dea y yo.
Nos saludaron también, con ilusión. Dijeron que querían participar en la obra.
--Jessie, ¿tú que quieres ser? –sonreí.
--¿Hay algo que lleve un cortador de pizzas?
--No –reí.
--¿Gobernadora del mundo? ¿Leona? ¿Caballito de mar?
Solté una carcajada y pensé en el guión.
--Hay una chica a la que llaman Leona por su pelo.
--¿Puede querer dominar el mundo en el futuro?
--Claro –reí.
--Me vale –sonrió ella.
--¡Yo quiero ser una gata! –exclamó Kat.
--Sale una gata, la chica tiene una gata.
--¡Bien!
--Yo seré una chica ‘’intranquial’’ –dijo An.
--¿’’Intranquial’’? –dije yo riendo.
--Intranquial.
--Se refiere a intranquila –explicó Jessie riendo.
--Hay una chica que dice que está tranquila pero que está hiperactiva. ¿Te vale, An? –sonreí.
--Sí, me vale –dijo ella.
--¡Bien! –grité.
Esto avanzaba.


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