sábado, 27 de abril de 2013

Concurso CdlD

¡BUENOS DÍAS PEQUEÑOS CROQUETEADORES! A ver, planeo hacer un concurso por las 2500 visitas y otro por las 5000 visitas. La cosa es que no me decido. Habrá uno ''A'' y otro ''B''. Comentad diciendo cual preferís para las 2500 visitas, que es el más próximo.
A: 
Consistirá en decirme por e-mail (lap013@hormail.com) o por un tuitlonger vía Twitter (@LauraHistorias) cual es tu frase o texto preferidos de Culpable de la Distancia. Por ejemplo, si es ''Croquetea, pequeño ser humano, etc'' decir algo a lo ''Es mi frase preferida porque...'' y así. Yo votaré la gracia que me ha hecho, lo que me ha gustado y lo que me ha emocionado. 

B: 
Consistirá en, por Twitter, durante una semana, ir poniendo frases de CdlD. Habrá que poner al principio de la frase un seudónimo (por ejemplo, HelaS) y yo contaré todos los días entre seis y media y siete las frases que lleváis (a esa hora no podréis twittear frases). Se utilizará un HT (#CDLDC [Culpable de la Distancia Concurso]). Al final de esa semana diré quien ha ganado.

PREMIOS: 
El premio de ambos concursos será que podréis elegir el sexo, personalidad, nombre y aspecto de un personaje importante de la segunda parte.


Para hacer el concurso tengo que llegar a las 2500 visitas antes de que comience la segunda parte, por eso os lo pido con tanto adelanto, porque aún quedan bastantes capítulos de Culpable de la Distancia. 
¡Votad en los comentarios si A o B! 
Gracias, 
Laura.

viernes, 26 de abril de 2013

Capítulo 14-- Levanta, croqueta.


--Alissa, tranquila...  --dijo Dea.
Eran las tres de la mañana y Dea estaba sentada en la cama de mi sótano con lágrimas en los ojos. Yo me encontraba sentada en una balda del armario empotrado abrazándome las rodillas con la barbilla apoyada en una de ellas. Las lágrimas a penas me dejaban ver a Dea, que se había molestado en vestirse para venir a mi casa.
--¿Tranquila? --suspiré.
Dea iba a responder, pero sonó su teléfono, un tono de un mensaje. Lo miró y se puso blanca. Fue a guardarse el teléfono y pregunté:
--¿Qué pasa?
--Nada...--susurró.
Me levanté corriendo y le cogí el teléfono móvil. Leí el mensaje: ''Dealia, soy Carol. No sé si Alissa te habrá avisado pero... Ayer operaron a Lucas y la operación se complicó. Ahora está muerto.''
--Ay --susurré. No dije nada más.
--Por eso no podías leerlo... --suspiró.
--Dea, no tienes que protegerme. El que me protegía era él. Y me recuerdas a él cuando... Cuando pasó lo de mi tío. ¿Te acuerdas como me protegió? ¿Cómo me trató al saberlo? Y el día anterior habíamos discutido. Porque el salía con... ¿Con Mía? Creo que fue por Mía. Y yo estaba celosa. Nunca se lo dije pero lo estaba. No sé por qué no le dije que le quería. Le quería y demasiado. Pero ahora no sé si lo sabe, que le amaba, que necesito su olor para sobrevivir... No sé que hacer, Dea. No lo sé --dije y rompí a llorar.
Dea se quedó en silencio. Era una de las cosas más serias que le había dicho en mi vida.
--Calla, tonta. Te mereces que alguien te consuele y como él no puede te consuelo yo, que para algo soy tu mejor amiga -- sonrió. Esa también era una de las cosas más serias que me había dicho--. Así que croquetea.
Y ahí se acabó lo serio.
--¿Que croquetee? Dea, ¿estoy llorando y me dices que croquetee?
--Croquetear es bueno para la salud--afirmó con una sonrisa.
--Dea, joder, eres tonta...--dije riendo entre lágrimas.
--Ni lo dudes. Pero no estés mal, príncipe mía.
Solté una carcajada sin poder evitarla.
--Princesa, a su servicio.
--¿No odiabas lo de levanta la cabeza que se te cae la corona?
--En mi caso es rueda pequeña, eres una croqueta.
--Que filosófico... --rió.

Salí de casa, una semana después. Había estado encerrada intentando no pensar en Lucas, pero al final me obligué a salir, así que me abrigué y salí a pasear
Me dije a mi misma que era una mala idea salir con el frío que hacía. Pero era peor quedarse en casa y pensar en Lucas, así que envuelta en una bufanda, el abrigo y las botas salí a pasear por la nieve.
Llegué hasta mi instituto y lo rodeé. Estaban quitando el banco roto de la zona donde estaba. Todos mis recuerdos de Lucas se iban. Quizá fuera lo mejor... Necesitaba olvidarme a Lucas y lo malo es que todo me recordaba a él. Las tardes en el teatro del instituto, mi jardín, la biblioteca, los libros... Mis mejores recuerdos eran con él. Y ahora eran los peores, los que me recordaban una enfermedad que ya odiaba lo suficiente,  que hacían que pensase en algo que hacía que me quisiese morir. Pero por otra parte no podía olvidar esos recuerdos, eran los mejores de mi vida. Punto.
Giré la esquina y me choqué con alguien.
Dylan.

martes, 23 de abril de 2013

Capítulo 13-- Lucas.


Recibí un grito por parte de mi madre diciéndome que más me valía ducharme si no quería morir de una pulmonía. Me daba igual morir de una pulmonía, mientras a Lucas no le pasase nada... Mejor me duchaba para que mi madre no se enfadase. Estaba cubierta de nieve y no me había dado cuenta. No me daba cuenta de nada, estaba demasiado preocupada y me daba miedo llamar. ¿Y si le había pasado algo a Lucas? 
No. No podía pensar en eso. Lucas era Lucas, no se podía morir.
Me metí en la bañera, llena de espuma y cogí un libro para hacer algo y no pensar. Me encantaba leer. Era como tener un amigo que no te hacía llorar, que te ayudaba sin llevarte la contraria, que siempre te decía lo que querías oir. Excepto cuando moría un personaje que te encantaba, ahí solías o tirar el libro contra la pared para levantarte y recogerlo para ver que pasaba después o bien echar a llorar sin poder leer porque las lágrimas te nublaban la vista. 
Pero, resumiendo, leer era lo único que siempre podía distraerme del mundo real, eso y la música. Eran las dos cosas que siempre podían hacer que mi estado de ánimo fuese de un extremo al otro. Pero en ese momento no. No conseguía alegrarme ni leyendo ni escuchando música. Lo único que podía hacer era llorar, pero las lágrimas me dejaban la cara congelada así que mejor no. 
Para cuando acabé de bañarme era la una. Había estado aproximadamente dos horas y media metida en la bañera. Y si me salí fue porque el agua empezaba a congelarse de verdad. Maldito invierno...
Me puse el pijama, una camiseta grande de manga larga y unos pantalones que acabé cambiando por un pijama de franela.
Puse música para seguir con mi libro, pero al final lo cerré. No me concentraba, solo podía pensar en Lucas, en que le pasaba, en por  qué no llamaba, en que si me llamaban y me decían que estaba bien probablemente me daría un infarto del alivio. 
Pensé en lo que significaba Lucas para mí. En las veces de niña que me acompañaba a la biblioteca, en que cuando iba sola siempre silbaba cuando pasaba por delante de su casa para ver si le dejaban salir, en que le quería demasiado. Era mi ángel de la guarda, siempre me había protegido y cuidado. Y no quería que fuese mi ángel desde el cielo.
De repente cambió la música a mitad de canción. Miré el teléfono extrañada hasta que me di cuenta de lo que pasaba. Madre, que estúpida.
Me llamaban. Me levanté corriendo a por el teléfono y lo cogí, casi cayendo al suelo cuando lo tuve entre mis manos. 
--¿Alissa? -- dijeron.
Era la madre de Lucas. ¡La madre de Lucas! Y ella estaba llorando. 
--¿Carol? --dije yo, cada vez más asustada.
--Sí, soy yo. Tengo que hablar contigo, Lucas me dijo que lo hiciera... --dijo. Le temblaba la voz.
Vale, iba a llorar. 
--¿Qué... ¿Qué ha pasado? Por favor --susurré.
--La operación de Lucas se ha complicado y... Ya sabes... Por eso no te ha llamado. Ahora está...--le falló la voz.
--¿QUÉ? --exclamé. 
Escuché un clac. Había colgado. 
Ya estaba llorando. Y se me helaban las mejillas.

Capítulo 12-- Edburga.


''Toc'', hizo el reloj cuando marcó las dos y media. Empezaba la operación de Lucas. Duraría unas dos horas, así que, con suerte, por la noche me llamaría. A no ser que le pasase algo, que en ese caso me llamaría su madre y yo... Dios, no podía pensar eso, no podía pensar que Lucas no sobreviviría, iba a sobrevivir, volvería conmigo. 
Suspiré. Le echaba de menos, maldita distancia. Maldito cáncer. El cáncer era el culpable de la distancia. 
Me vestí sin dejar de pensar en Lucas. Intenté meter los brazos por la pernera del pantalón vaquero azul y la cabeza en vez de meterla por el agujero para la cabeza la metía por el del jersey negro. Me puse unas botas, negras también y un abrigo, estaba nevando. Me encantaba la nieve, cuando nevaba en mi pueblo me pasaba el día fuera, normalmente. La verdad, me parecía algo melancólico que nevase el mismo día que operaban de cáncer a mi mejor amigo.
Una bola de nieve me golpeó en la oreja cuando cruzaba por la plaza del pueblo.
--¡Lo siento, Alissa! --gritó una niña.
Cuando se acercó la reconocí, era mi prima Cerissa, una niña rubia con el pelo recogido en dos trenzas y ojos azul verdoso. Me miró con una sonrisa desdentada que se le quitó al verme la cara. Me llevé la mano a los ojos. ¿Estaba llorando? No me había dado cuenta. Teniendo en cuenta que las lágrimas estaban medio congeladas, era preocupante.
--¿Qué te pasa, prima Ali? --preguntó ella con una voz demasiado adorable que solo pueden tener los niños de seis años. 
--Nada, Ceri --sonreí todo lo natural que pude --. ¿Con quién jugabas?
--Con Siaff y Lina. ¿Quieres acompañarnos a ver si te animas?
--No estoy triste, Ceri -- mentí.
Sonrió dulce y me cogió la mano arrastrándome con sus amigas.
--No te lo crees ni tú.
Dios, que lista era esa niña para tener seis años.
Llegamos donde estaban Siaff y Lina. Eran gemelas y además las hermanas pequeñas de Dea. Siaff era pelirroja y de ojos azules y Lina también, eran gemelas.
--¿Qué te pasa, hermanita Alissa? --preguntaron a la vez.
Esto empezaba a dar miedo. ¿Tan mala actriz era? Las miré con una sonrisa forzada y dije:
--No me pasa nada, niñas. Estoy bien.
--Somos pequeñas pero no tontas --susurraron. 
Vale, eran pequeñas, listas y pesadas. Vi una muñeca en el suelo y la recogí.
--¿De quién es? --pregunté para cambiar de conversación.
--¡Mía! --dijo Cerissa.
--¿Y cómo se llama?
--No tiene nombre, no se me ocurre ninguno --dijo frunciendo el ceño.
--¿Edburga? --propuse.
--¡Edburga no me gusta! --chilló.
No pude evitar reír. Lo de los nombres raros se le había ocurrido a Lucas cuando me había llamado Alessia Anacleta por primera vez. 
''Mejor no pensar en Lucas.'' pensé ''Me duele el corazón.''

Cuando las niñas se cansaron de jugar, llevé a Cerissa a su casa y luego a Siaff y Lina a la suya, donde me encontré a Dealia que me arrastró dentro y no me dejó salir.

Para cuando volví a casa ya eran las diez de la noche. Volví a mirar el reloj, ¿las diez de la noche? ¿Por qué no había recibido ninguna noticia de Lucas?

domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 11--Por el poder de la croqueta



En cuanto sonó la campana recogí la libreta, los libros y el estuche y salí corriendo por la puerta. ¡Ese día nos daban las vacaciones y operaban a Lucas! Habían pasado unos meses desde que Dylan me prometiese venganza --efectivamente, me había intentado tirar un globo de agua, el cual cogí, metí entre la camiseta y la espalda y exploté con la mano--. El curso había pasado rápido, demasiado rápido, temía por Lucas. Miré la hora. Le operaban a las dos y media, y ya era la una. Salí del instituto corriendo y fui hasta casa, cogí mi teléfono y le llamé.
--¿Sí? 
--Lucas... --suspiré. 
--¿Qué pasa? --dijo él. 
--Pensaba que no llegaba a hablar contigo antes de que fueses a prepararte para la operación.
--Llegar llegas, pero no tengo mucho tiempo...--suspiró.
--Bueno... Cualquier rato que hable contigo será bueno.
--Oh, me halagas --rió.
--¿Qué tal estás? ¿Estás preocupado?
--Sí --dijo--. No sé si volveré o si...
--Volverás. 
--No lo sabes, Alissa. Solo sabes que me van a operar.
--Y que te recuperarás por el poder de la croqueta de peluche.
--La croqueta de peluche no ayuda, pero gracias. Alissa, tengo más posibilidades de morir que de vivir, pero no debe afectarte si me pasa algo. Ya has estado varios meses sin mí, no te preocupes, sigue con tu vida.
--Lucas...
--No, Lucas no --me interrumpió--. Si me pasa algo, tengo algo para ti. No llores, no te preocupes, ¿vale? Si sobrevivo, te llamaré yo. Sino, mi madre, lo hemos hablado...--suspiro-- Alissa, sabes que yo quiero sobrevivir y volver contigo y pegarte con el peluche. Pero no sé si...
--¡Lucas, vas a sobrevivir! Por ti, por Dea... Por mí... No te vas a morir, no puedes. Sé que me llamarás tú, lo sé. Lucas, no te morirás, es una operación, una vez de pequeño te caíste de la cuna y sigues vivo.
--¡No me caí de la cuna, Alissa! 
--Era una buena ocasión para insultarte, pero es broma. Ahora en serio, has soportado mucho en tu vida y ahora no te vas a morir por una estúpida enfermedad.
--Sí me puedo morir, Alissa. Solo te pido que no estés triste, sabes que me pueden pasar muchas cosas, pero te quiero, ¿vale? Si me muero te querré desde el cielo. Y si sigo vivo te querré desde aquí pero siempre te querré. Y eso lo tengo claro desde hace años. Pero si me pasa algo, rehaz tu vida y olvídate de mí. No me necesitas.
--No puedo rehacer mi vida sin ti porque eres toda mi vida, porque eres lo que necesito para respirar, Lucas.  Te quiero más que a nada, y ya sé que es cursi. Pero sin ti nada es lo mismo, por eso solo quiero que sobrevivas, que vuelvas conmigo, que te quedes junto a mi.
--Siempre estaré junto a ti, Alissa. Solo que puede que no me veas, o no me sientas. Si me pasa algo acuérdate de mí, de las veces que te pegaba y hacía cosquillas en el suelo de tu sótano, que te tiraba al suelo cuando hacías una voltereta, de cuando a los trece años nos sentábamos juntos en el banco roto y apartado del instituto y nos rozábamos los dedos de la mano, de las veces que nos hemos besado y de como era antes del cáncer. Recuérdame así porque es como soy yo, como seré si vuelvo. 
--Volverás, Lucas. Volverás como que te pasaste llamándome Alessia la mitad del primer curso que estuvimos juntos, porque si no vuelves no podré vivir, Lucas. No podré.
--Si podrás, Alissa. Me tengo que ir ya... --suspiró-- Te amo más que a mi vida --colgó.
Estaba llorando. Lucas no, mi Lucas no. Iba a sobrevivir, yo lo sabía.

sábado, 20 de abril de 2013

Capítulo 10-- Perder una apuesta.


Respiré lentamente. ¿Demasiado peligroso? ¿Demasiado peligroso por qué? Como si me leyera la mente, respondió a mi pregunta.
--Demasiado peligroso porque me podría morir.
--Ah --dije, abrazándome las rodillas.
En ese momento entró Dea, con un zumo en la mano.
--Alissa, ven. Tenemos que irnos, me temo que me he dejado el gas abierto esta mañana. 
--¿Y los mandos?
--Los mandos no, pero el gas sí. Y aún así la casa puede explotar.Y si la casa se explota no será gracioso. Bueno, a no ser que al explotar aparezca un gato bailando con las manos en las caderas, pero dudo que eso ocurra.
--¿Los gatos tienen caderas? --preguntó Lucas mientras yo recogía mis cosas.
--Ni idea --Dea se encogió de hombros y me abrió la puerta--. Adiós, Lucas.
Le di a Lucas su regalo, la croqueta de peluche y fui hacia la puerta.
--Adiós, Lucas --dije yo, apagada --. Y suerte.
--¿QUÉ NARICES ES ESTO? --gritó riendo cuando vio la croqueta de peluche.

El lunes estaba otra vez en la mesa de mi instituto, jugando con mis dedos y esperando que Dylan no viniese. Quería romper ya, después del beso que me había dado Lucas lo tenía todo más claro que nunca. 
--Hola, preciosa...--dijo Dylan acercándose a mi y separándose de sus amigos.
--Dylan --dije yo poniéndole un dedo en los labios para que se parara --. Tengo que hablar contigo.
--¿De qué? --me miró, extrañado, levantando la voz.
--¿Tiene que ser aquí? 
--Sí --levantó la voz.
Oh, Dylan quería demostrar que habíamos salido. Pues no le iba a ser tan fácil.
--Tenemos que dejar de vernos --dije bastante alto.
--¿Por qué? --dijo, a gritos.
--Porque necesito tiempo para pensar... Me absorbes todo el tiempo, no puedo seguir pasando tanto tiempo contigo --inventé.
--Pero... Yo te necesito... --dijo.
Se le notaba que no me quería, que se estaba preocupando por la apuesta. Además no paraba de levantar la vista para mirar a sus amigos, que se estaban riendo.
--Sí, claro. Me necesitas para ganar una estúpida apuesta --le miré, furiosa.
Se quedó sin palabras. En ese momento entró el profesor y Dylan fue hasta su sitio,  se sentó y me miró, claramente sorprendido. Se ve que no se esperaba lo de la apuesta. Sus amigos se reían y le miraban, burlándose. Miré al profesor, que estaba explicando algo a lo que no estaba prestando atención mientras reía por dentro. 

--¡Alissa, Alissa, Alissa! --Dea entró en mi casa corriendo y saltó a mi lado en el sofá.
--¿Cómo has entrado? --grité riendo.
--Me ha abierto tu madre. Pero eso no importa, ¡Dylan dice que se vengará de ti!
--Dylan no puede tocarme un pelo a no ser que quiera quedarse estéril de una patada en sus partes --sonreí.
Dea rió alegremente.
--Pero ten cuidado, puede ser muy cruel.
--Sí, puede tirarme un globo de agua --reí.

Capítulo 9-- Demasiado Peligroso.


Entré en su habitación envolviéndole en un gigantesco abrazo y riendo.
--¡Alissa, ya, suelta, suelta! --rió él intentando apartarme.
--¡Nunca! Eres mi peluche --reí yo mientras Dea me apartaba.
--¡Me toca a mi! --exclamó abrazándole ella también.
--¡Me asfixiaréis! --gritó él.
Me senté a su lado en la cama mientras Dea se ponía en el sillón reclinable que había en frente. La habitación era deprimente y las ventanas daban al cementerio. Más deprimente aún.
--¿Qué tal? --dije yo, preocupada, mirándole a los ojos.
Esbozó una media sonrisa adorable y fue a pasarse las manos por el pelo, pero las bajó al darse cuenta de que, bueno, estaba calvo. También estaba más delgado, sería cosa de la quimioterapia. Pero seguía siendo Lucas, con sus ojos y su sonrisa. Y era lo que importaba. Eso y que por dentro fuese él y él siempre era... bueno, él.
--Bien, Alissita. Estoy bien y ahora no me preguntes que si estoy seguro de que estoy bien porque lo estoy --sonrió, cansado.
--No te lo crees ni tú, Lucas. Estás cansado y deprimido, se te nota en la cara --dije yo mirándole preocupada.
Me pasó un brazo por los hombros y Dea se levantó.
--Aquí sobro, os dejo solos un ratito, tortolitos. No hagáis nada que una croqueta no haría --dijo sonriendo y saliendo por la puerta.
--¿Que no hagamos nada que una croqueta no haría? --preguntó Lucas riendo.
Empecé a ponerme nerviosa. Lucas estaba muy cerca y estaba apretándome contra él con cariño.
--Sí, es una expresión suya --puse los ojos en blanco, riendo yo también y apoyando la cabeza en su hombro--. ¿Qué te pasa?
--Sus expresiones son extrañas --rió, y de repente se puso serio, sin responder a mi pregunta.
Le miré extrañada y me acordé de lo que tenía que contarme. ¿Qué sería? Iba a preguntarle, pero abrió la boca para volver a hablar.
--¿Te acuerdas de lo que te tenía que contar? --dijo mirándome.
Que si me acordaba, decía...
--Sí. Y tanto --reí.
--Luego te lo contaré...--sonrió-- ¿Bailas?
Solté una carcajada. ¿Quería bailar?
--Vale, sé que no bailas... --suspiró-- Pero quiero marearte --rió.
--De acuerdo, ven --me levanté y le cogí las manos, llevándole hasta el centro de la habitación.
Riendo, empezó a hacer que diese vueltas, esperando que me marease, riendo. Cuando me soltó, para demostrar que no estaba mareada, hice una voltereta sobre su cama y me quedé tumbada de lado, mirándole.
Se acercó y me cogió las manos pegándolas a la cama y agachándose para besarme, mordiéndome el labio, lentamente. Se separó unos milímetros de mi y susurró:
--¿Te cuento eso?
--Sí --dije sin dudarlo un instante.
--Adelantan mi operación a Navidad... --susurró.
--¿Por qué? --musité mirándole a los ojos.
--¿La verdad?
--Toda la verdad y nada más que la verdad.
--Es demasiado peligroso atrasarla más.

viernes, 19 de abril de 2013

Capítulo 8-- Hasta el sábado.


--¡Luucas! --canté yo cuando él cogió el teléfono.
--¿Aali? --cantó él.
--Estoy a cinco calles de tu hospital --canturreé yo.
--¿Qué?
--Hospital. Ya sabes, ese sitio donde curan a la gente...--dije yo aguantándome la risa.
--Hoy me hacen pruebas, ni hoy ni mañana podrás venir, Ali... --suspiró.
--Da lo mismo. El sábado a primera hora, voy --dije yo paseando nerviosa.
--Vale, Croquetita. Me alegro de que hayas venido. Tengo que decirte algo. Cara a cara. Pasado mañana nos vemos. 
--¿Qué tienes que decirme, Lucas?
--Nada. Es decir, es algo, pero por aquí no, ahora no.
--Es mejor que vaya sabiéndolo. 
--No lo es. ¡Calla! Te lo contaré el sábado. 
--Tonto. Yo lo quiero saber.
--¿Si cuelgo te callarás?
--Probablemente.
--Pues hasta el sábado --dijo riendo y colgó.
--¡Hasta el sábado! --dije con voz alegre, colgando.
--¿No podemos vernos? --dijo Dea, preocupada.
--No hasta el sábado... --suspiré-- ¡Pero podemos ir a la heladería!
--En la heladería de aquí no habrá HelaSitos --dijo ella con una sonrisa en la cara. 
--Si que habrá --reí--. Pero los de nuestra heladería son insuperables.

Entramos en la heladería cogidas del brazo, dando saltos y agitando la cabeza.
--Dos helados de nata con ositos-- pedí yo.
Los cogimos y nos sentamos en una mesa amarilla con sillas naranjas. Esa heladería hacía daño a los ojos.
--¿Entonces hasta el sábado no podremos ver a Lucas? --repitió ella.
--Exacto, pesada --dije yo poniendo los ojos en blanco.
--¡Yo no soy la que ha hablado con él! --exclamó ella -- Por cierto, ¿le vas a contar lo de Dylan?
--No creo... --suspiré.
--¿Por qué? --dijo ella, interesada.
Me callé. Iba a romper con Dylan, pronto, lo más pronto que pudiese. Pero antes quería fastidiarle la apuesta. Pensaba estar alejándome de él hasta que rompiésemos.
--No tiene por qué saberlo --dije al final --. Ya tiene demasiados problemas.
--Tienes razón, pero ya sabes que no me gusta ocultarle cosas...
Era verdad, cuando éramos niños le contaba secretos a Dea y siempre se los acababa contando a Lucas por culpabilidad. Sabía mentir, pero no ocultar cosas. 
--Dea, por favor. Solo hasta que se recuperé. 
--Vale, Ali. Vale.

El sábado Dealia y yo nos levantamos pronto, demasiado. Pero no podríamos haber dormido igual, estábamos demasiado nerviosas. Nos vestimos igual, camiseta blanca, vaqueros azules y deportivas negras. Salimos por la puerta intentando parecer normales. Antes de llegar a la esquina, ya estábamos discutiendo sobre si era lógico que el día anterior le hubiésemos comprado una croqueta de peluche a Lucas. Bueno, daba igual que no fuésemos normales, ¡íbamos a ver a Lucas! 

miércoles, 10 de abril de 2013

Capítulo 7- Viaje.


''Treinta por ciento, treinta por ciento...'' era lo único que pensaba cuando me acosté, con Dea a mi lado. Llevábamos durmiendo juntas al menos una vez cada dos semanas desde tercero de primaria. Pero eso no me importaba.
Lucas, mi Lucas, con un setenta por ciento de posibilidades de morir. Lucas era fuerte, tenía que sobrevivir. O eso me repetía a mi misma todo el rato para no derrumbarme y acabar llorando abrazada a la almohada. Giraba y giraba, intentando dormir. Ya ni me interesaba lo de Dylan. Bien pensado, creo que ni me gustaba. Pero a Lucas le quería, le quería de verdad. Si le pasaba algo, jamás me lo perdonaría. Era mi pequeño Lucas, le conocía desde siempre y necesitaba verle. 
Luego estaba lo de Dylan, pero, sinceramente, no pasaba nada. Conocía esas apuestas. El chico intentaba enamorar a la chica y tenía que conseguir besarla delante de toda la clase, o, en su defecto, de todos los chicos que participasen en la apuesta. Después tenían que romper de una manera que fuese vergonzosa para la chica, todo eso antes de que pasasen nueve meses o el chico tendría que pagar entre diez y veinticinco euros. Si el chico era rechazado en público antes de los dos meses perdería. 
Podría rechazarle, pero perdería toda la gracia. Yo quería vengarme y quería ser cruel y para eso iba a necesitar la ayuda de Dea.

Entré en clase el lunes, cogida del brazo de Dea, hablando de cosas intrascendentes, disimulando.
--¿Entonces ahora toca tutoría? --preguntó sentándose encima de la mesa, a mi lado.
--Sí --dije yo apoyando los pies en la silla de delante mía viendo como se acercaba Dylan.
--Hola preciosa --dijo él poniendo las manos a ambos lados de mis piernas, en la mesa e inclinándose para besarme.
Me eché hacia atrás con una sonrisa pícara y puse sus manos en su cara. 
--Aquí no, tonto...--sonreí.
Por dentro estaba tirada por el suelo disfrutando de la venganza, pero por fuera estaba seria y fingía vergüenza. Me giré para hablar con Dea, ignorando a Dylan un poquito.
--¿Sabes que hay puente de cuatro días en semana y media? --dije sonriendo.
--¿Podemos ir a ver a Lucas, mamá? ¿Podemos, podemos? --dijo levantándose y dando saltitos delante mía.
--¡PODEMOS! --grité yo riendo.
--¡Bien! --rió ella --¿Cómo convenceremos a nuestros padres? 
--Con un autobús --dije yo, sentándome en la silla.
--Vale, me lo apunto --dijo ella cuando entró la profesora.

A mitad de la clase, me llegó una nota de Dylan, que se había sentado detrás. Me preguntaba que por qué no le había besado. Le devolví la nota, diciendo que me daba vergüenza que nos vieran todos. Mentira, pero bueno, mientras pudiese torturarle con la apuesta todo iría bien. 


Una semana y media después, estaba en la estación cogida del brazo de Dea. Íbamos a quedarnos en casa de mi tío, solas porque mi tío no estaba, hasta el domingo por la mañana. Al llegar a Valencia, llamaríamos a Lucas y le diríamos donde estábamos para verle. Le echaba muchísimo de menos. Y eso que llevaba menos de un mes sin verle.

sábado, 6 de abril de 2013

Capítulo 6- Treinta por ciento


--Hey, Lucas, ¿qué tal? ¿Estás bien? ¿Has ligado con alguien en el hospital? --dijo Dea en cuanto Lucas cogió el teléfono.
--¿Dea? ¡Hola! Bueno, sí, estoy bien, supongo. ¿Alissa te ha contado lo de la operación?
Me puse la mano en la boca. Entre Dylan, Lucas y las croquetas se me había olvidado contarle a Dea lo de la operación de Lucas.
--No, no me lo había contado...--me miró mal.
''Lo siento'' dije en voz baja.
--Uy, que raro. Bueno, pues en Fallas me van a operar y me gustaría que viniese. 
--¿Y yo no? --se hizo la ofendida.
--Ven tú también si quieres. Por cierto, antes me iba a decir algo y se me cortó, ¿tú sabes que me iba a decir?
Suspiré aliviada. ¡No lo sabía! Lucas no lo sabía, no sabía que Dylan y yo salíamos. Aunque quizá fuese peor. Lucas tenía derecho a saberlo, pero no podía decírselo otra vez. Se lo tomaría mal...  
--No, no sé... ¿Entonces has hecho amigos por ahí?
--Sí, de las clases de aquí y tal.
--¿Y hay chicas? --rió Dea.
--¡Cotilla! Oye, si te pregunto por Alissa, ¿le vas a decir algo?
--No, tranquilo --dijo haciéndome un gesto para que me acercara.
--¿Está mal? Se le ve triste.
--No le has visto --dijo ella levantándose y caminando de un lado para otro, nerviosa. Menos mal que el altavoz estaba puesto.
--Se le oye, escucha, nota. El verbo que quieras usar, está alicaída.
--Pues no sé. Algo triste si que le noto... Cuando vaya allí en Fallas habláis, será lo mejor.
Eché una mirada asesina a Dealia. ¿Tanto le costaba mentir y decir que no me notaba nada? Quizá si se me notaba alicaída, pero lo intentaba disimular. No me gustaba nada preocupar a la gente. Y menos a Lucas, teniendo en cuenta lo que él tenía que aguantar, la enfermedad, todo. 
--Para Fallas queda mucho, a mi me preocupa ahora. Cuida de ella por mi, ¿eh? Que cuando vuelva pienso alegrarla a cosquillas. 
--Si le haces cosquillas hará la croqueta por su sótano.
--Por algo es la Croqueta... --su voz sonó triste y yo sentí ganas de llorar. 
--Sí...--suspiró Dea.
--Dile que se alegre, ¿vale? Por mi.
--Por ti hará lo que sea, Lucas.
Me salió una sonrisa. Que bien me conocía Dea.
--No sé. Oye, ¿sabes si está saliendo con alguien?
--Que yo sepa no--mintió--. Aunque se está acercando a Dylan, pero creo que es como amigos. 
--¿Dylan? ¿Nuestro compañero?
--Ajam. Hablan bastante y se pasan juntos todo el día.
--¿Sabes que ese chico hacía apuestas con sus amigos para ver si conseguía ligarse a alguna de las chicas de la clase y luego romperles el corazón? 
Me quedé paralizada. ¿Qué?
--¿Perdona?
--Sí, este verano ya estuvo con algunas. Dile a Alissa que tenga cuidado, suele conseguirlo.
--Tranquilo, seguro que no te traicionaría...--dijo mirándome mal.
--No estamos juntos, Dea. Es libre. Por cierto, tengo que contarte algo, pero necesito que no se lo digas a Alissa. Se preocuparía demasiado...
--Dispara --dijo ella mirándome.
--Es sobre la operación... Le dije que me operaban, pero no las posibilidades que hay de que sobreviva.
--¿Y cuáles son, Lucas Ambrosio?
--¡Qué no es Lucas Ambrosio! Al final me convencéis. Un treinta por ciento.
--¿Treinta por qué?
--Un treinta por ciento de posibilidades de que sobreviva a la operación.

viernes, 5 de abril de 2013

Capítulo 5-- Dilemas.


Apenas salió Dea por la puerta, me llamó Lucas.
--Hey. No me has llamado, Croquetita --dijo.
--¿Eh? Ah, ya. Perdona, estaba ocupada...
--No pasa nada.  Oye, te tengo que contar una cosa. Es importante. 
--Y yo a ti, pero mejor tú primero.
--Bueno, nada--casi podía oir como sudaba, le temblaba la voz, tenía que estar nerviosísimo--es que... Bueno, me han estado haciendo pruebas. Y los resultados no son muy buenos. 
--¿Qué?--musité.
--Me tendrán que operar. Será por Fallas, en vacaciones. Me pregunto si... si podrías venir a verme.
--Claro. Se lo diré a mi madre, seguro que me deja. 
--Gracias, Alissa. De corazón, creo que no soportaré estar solo antes de la operación. Estar con la chica a la que quiero será mejor.
Oh, Dios. Era una mala persona.
--Tranquilo. Oye, sobre lo que te tenía que decir...
--Rápido, me quitan el teléfono. Voy a hacerme pruebas.
--Estoy saliendo con Dylan--solté de carrerilla.
Esperé a que dijese algo y, al ver que no contestaba, separé el móvil de mi oreja y miré la pantalla.
Había colgado. Creo que se me rompió el corazón.

--¿Pero a ti te gusta Lucas o te gusta Dylan? --dijo Dealia.
Ella estaba de pie encima de mi cama, saltando vestida con un pijama de verano color gris y yo la miraba entre tumbada y sentada en una alfombra negra, vestida con un pijama parecido al suyo, pero marrón. Eran las diez y habíamos estado un rato hablando sobre cosas normales --helados, parejas del verano, unicornios, croquetas...-- pero al final la conversación había pasado de todos los motes que tenía a hablar de Dylan y Lucas.
--No lo sé...-- musité abrazándome las rodillas.
--Te gusta Lucas--dijo. No era una pregunta--. Pero, ¿te gusta Dylan?
--Creo que sí.
--¿Crees?
--Hace que no piense en las cosas malas.
--Para eso están los amigos, cariño. No los novios. Con los novios están para... 
--¿Para qué?--la miré riendo.
--Para morrearse, muac, muac--rió.
--Eso también lo hacemos--dije yo saltando a la cama y tirando a Dea.
--Pero tú quieres a Dylan para no pensar en Lucas. ¿Qué harás cuando Lucas vuelva?--dijo volviendo a saltar a la cama.
Me callé. Lucas ya me debía odiar por salir con Dylan, pero necesitaba desconectar. Si pensaba en Lucas me entraban unas ganas de llorar enormes y con Dylan no pensaba en Lucas. Pero estaba utilizando a Dylan y eso estaba mal. Tenía la cabeza hecha un lío y Dea diciéndome como actuar no mejoraba la situación. Era como tener a Pepito Grillo en la oreja diciéndome lo que debía hacer para que todo fuese bien. Pero si rompía con Dylan él se sentiría mal --aparte de que me ganaría una mala fama en todo el instituto, pero eso me daba igual-- y si seguía con él, Lucas acabaría odiándome. Las cosas no eran tan fáciles.
--A dormir, Dea--dije cogiendo una almohada y dándole en la espalda con ella.
--¡No has respondido! --se quejó, saltando al suelo-- Además, son las diez. ¡Las diez! Llevo sin irme a la cama a las diez desde quinto de primaria.
--Será una experiencia novedosa-- dije saltando yo también y rodando por el acolchado suelo de mi cuarto.
--¿Ahora entiendes por qué te llamamos Croqueta?-- dijo ella sentándose en mi escritorio-- Además vas de marrón.
 --¿Entonces no quieres quedarte aquí y dormir? --pregunté yo ignorando las palabras que había dedicado a mi mote.
--No--negó ella contundentemente.
--Pues vamos al jardín --dije yo cogiéndola del brazo y subiendo el tramo de escaleras hasta la planta baja corriendo.
--Las escaleras de tu sótano me hartan, amor, cariño de mi vida--dijo corriendo agarrada a mi brazo.
--Lo sé --dije yo sacándola al jardín.
--Oye...--dijo ella-- ¿Quieres que llame yo a Lucas?
Pensé si sería bueno o no. Quizá Lucas se mosqueaba por el interrogatorio repentino de Dea, pero por otra parte, Dea siempre nos interrogaba y yo necesitaba saber.
--Llama.

jueves, 4 de abril de 2013

Capítulo 4-- Mucho que asimilar.


--Eso es mentira...--susurró Dealia cuando le conté lo de Lucas.
Estaba sentada con las piernas cruzadas en el acolchado suelo de mi sótano, con un plato de arroz delante, puesto en una mesa baja que solía usar para jugar a las cartas.
Mi sótano era completamente blanco y las paredes y el suelo eran como un colchón. Había conseguido eso porque un tío mío trabajaba haciendo eso y lo había hecho gratis. 
--No, no lo es, Dea.
Se tumbó en el suelo, dejando el plato del arroz lleno.
--No... ¿Por qué él?
--Porque a alguien le tiene que tocar, Alia. Y le ha tocado a él. 
--Pero...
No llegó a acabar porque llamaron al timbre. Subí las escaleras del sótano y abrí la puerta corriendo.
--Hey-- dijo Dylan --. ¿Quieres un HelaSito?
--Hola, ¿qué tal, Alissa? Yo bien, ¿tú? Bien, o mal. Me alegro, o ¿qué te pasa?--me burlé.
--¿Quieres o no? --rió.
--Tengo a Dealia abajo --expliqué.
--¡Dealia deja que mamá salga con Dylan! --gritó Dealia desde el sótano-- ¡Pero recuerdo que a las seis tienes que estar aquí, la niña vendrá a dormir!
--¿La vas a dejar aquí? --preguntó Dylan cuando cerré la puerta y bajé los escalones.
--Ni que fuera a quemar la casa --reí--. Igualmente ella ha pasado más tiempo en esa casa que yo.
--¡Imposible!-- exclamó llevándome hasta el camino cogiéndome del brazo.
--¿Qué no? Uy. Ya verás--reí--. Ahora se irá, de todos modos.

Cogimos los helados y nos fuimos a pasear por un parque que había cerca de la plaza del pueblo. Había muchísimos árboles y fuimos a pasear por una zona que era como un minibosque, acabándonos los helados y hablando.
--Entonces, ¿no te gusta Lucas?
--No--suspiré.
--¿Nada?
--Nada--dije alargando la primera ''A''.
--¿Y yo?--dijo inclinándose hacia mi y acorralándome contra un árbol.
--¿Y tú?--le miré sonriendo pícara.
--¿Eso es un sí?
--Puede ser...--dije apretando mi espalda contra el árbol.
--¿Me lo vas a confirmar?--dijo acercándose a mi. 
--¡Si me alcanzas!--dije apartando el brazo que me mantenía contra el árbol y echando a correr.
--¡No corras, Alissa!--dijo persiguiéndome.
Sin hacerle caso y riendo a carcajadas, seguí corriendo, subiéndome a las raíces para no caerme, apartando las ramas y saltando sobre las piedras. Él iba detrás, corriendo a toda velocidad intentando alcanzarme. Tropecé con una rama, sin llegar a caerme pero eso le dio la ventaja suficiente para alcanzarme.
--Ñe --dije yo cuando me alcanzó y me cogió de la mano--. Sí.
--¿Sí qué?--dijo él mirándome.
--Sí a eso.
--¿Eso qué?
--Eso--dije refiriéndome a que sí me gustaba--. Sí y mucho.
--Creo que entiendo...--dijo arrastrándome bajo las ramas de los árboles.
Hubo un silencio incómodo, solo roto por el ruido que hacía yo cuando una hoja me caía en el pelo y la tiraba al suelo.
--Oye-- dijo él obligándome a sentarme a su lado bajo un árbol, un olmo, a la sombra.
--¿Qué pasa, Dyl?--dije yo.
--Nada --negó con la cabeza--. Solo que... No sé.
--Prueba.
--Me preguntaba si... Si...
--Dylan, dispa...-me dio tiempo a decir antes de que me interrumpiera con un beso.
Un beso que yo le seguí.

Entré en casa a las cinco y media. Había pasado varias horas con Dylan y lo único que habíamos hecho había sido besarnos bajo el olmo. Bueno, algo habíamos hablado, aunque la mayor parte de la conversación se perdía entre besos. Habíamos dicho algo de gustarnos y de que él nunca me haría daño... Creo. 
Me duché y vestí y esperé a que viniese Dea tumbada encima de una de las alfombras negras de mi sótano. Era el único color que había, aparte del blanco. Al principio iba a ser mi segundo cuarto, pero acabo siendo el primero, tenía toda la ropa ahí.
Cuando Dealia llamó al timbre, yo abrí corriendo y le dejé pasar, ansiosa por contarle las novedades. 
--Pasa, pasa, te tengo que contar cosas...--dije guiándola al piso de abajo.
--¿Qué cosas?--preguntó corriendo detrás de mi.
--Beso, Dylan, yo, pareja --resumí riendo.
--¡No! ¿Y Lucas? 
--Quedamos en que éramos libres... 
--¡Han pasado solo dos semanas! Puf. Luego vengo, ¿vale? Tengo que ir a por mi hermana a ballet.
--Vale...--suspiré. 
Dea tenía razón.

miércoles, 3 de abril de 2013

Capítulo 3- Vuelta a clase.


Día trece. No me lo podía creer. Esa mañana empezaba el nuevo curso, comenzaba con primero de bachillerato. Estaba muy nerviosa, necesitaba tranquilizarme, así que aunque al ser el primer día entrábamos a las doce y media e íbamos media hora, me levanté a las siete. 
Me duché y me dejé el pelo secar al aire, dejándolo ondulado y brillante. Me puse unos pantalones vaqueros negros,  una camiseta de manga corta blanca, en la que ponía ''Croquetea, pequeño ser humano. Croquetea y relájate'' y unas deportivas negras de punta blanca. Lo de punta blanca era relativo, porque cuando me aburría las decoraba y en este momento tenía dos elegantes mariposas, una en cada punta, y, al rededor de las mariposas, los nombres de todos los helados que nos habíamos inventado mis compañeros y yo. Pensé en ponerme algún accesorio, pero no tenía ningún collar --todos se me acababan perdiendo, era muy despistada--, las pulseras me quedaban todas enormes por culpa de mi muñeca esmirriada y los pendientes eran impensables. Así que me quedé como iba, pero solo eran las ocho y media y no tenía que salir hasta las doce y diez o doce y cuarto. 
Cogí el móvil pensando si llamar a Lucas o no. No había vuelto a saber de él desde que habíamos hablado el día uno, cuando se fue. No sabía que hacer, ¿le llamaba o no? Él había dicho que me llamaría, pero no me había llamado, yo tenía derecho a estar preocupada... Al final le envié un mensaje, preguntándole que qué tal estaba y si había llegado bien. Poco después, me llegó una respuesta ''Sí, llegué bien. Me hicieron una quimio un par de días después de llegar, pero ya estoy mejor''.
Estaba bien, al menos. Esa tarde le llamaría, necesitaba oir su voz. Se lo puse en un mensaje y me puse a releer Los Juegos del Hambre en lo que pasaba el tiempo hasta las doce. A esa hora, cogí las llaves, el libro y una libreta y un boli para apuntarme el número de la clase y el nombre de mi tutora. Lo metí todo en un bolso y salí hacia mi instituto. 
Cuando llegué, apenas había gente en el Salón de Actos, que era donde dividirían los diferentes bachilleratos y cada uno iría con su tutora. Saqué el libro del bolso y me puse a leer hasta que un grito hizo que me girara.
--¡ALISSA! --gritó una chica corriendo hacia mi esquivando las sillas y abrazándome.
--¿Hola, Dealia?--dije yo abrazando a mi mejor amiga.
Dealia era guapa, con ojos negros y pelo castaño muy claro, casi rubio. Ese día iba vestida con unos pantalones cortos negros y una camiseta de manga corta roja, con deportivas a juego.
--¿Hola? ¡Llevo dos meses sin verte! 
Era cierto, se había ido a principios de julio y no le había visto. Además, en su pueblo no había cobertura y no habíamos hablado nada.
--Vale, pues ¡Oh, Dios, cómo te he echado de menos, querida, pequeña de mi alma, ángel de mi vida, luz de mi corazón, esperaba que volvieses para abrazarte hasta que te dejase sin cabeza! ¿Mejor?
--Sí, mucho mejor --dijo sentándose a mi lado --. ¿Noticias?
Pensé si decirle lo de Lucas o no. Pero era su amiga y se acabaría enterando, mejor decírselo.
--¿Sabes lo de Lucas? 
--No, ¿qué le ha pasado?
--Pues...-- empecé a decir cuando la directora me interrumpió.
La directora era una señora de unos cincuenta y muchos años, con el pelo rubio anaranjado, claramente teñido, cara plagada de arrugas y ojos negros. 
--Buenos días pequeños. Bueno, pequeños. Pequeños erais cuando entrasteis aquí en primero de la ESO, cargados con unas mochilas que prácticamente eran más grandes que vosotros...
Y la charla continuó durante diez insufribles minutos en los que estuve tentada de dormirme apoyada en el hombro de Dealia.
--A ver, ¿por dónde iba?-- dijo la directora después de contar la historia de como ella de pequeña no tenía cosas tan modernas como las que teníamos nosotros ahora.
--¡Iba a decirnos nuestros alumnos, Directora Riolenda! --gritó una de las profesoras, desesperada.

--Bien, alumnos--empezó a decir mi tutora de ese año.
Era una profesora joven, no llegaría a los trenta y cinco años. Nos explicó todo, normas y de más que llevaban siendo las mismas cinco años. Y nos dejó irnos, al menos no nos dio una charla estúpida como la mayoría de nuestras tutoras anteriores.
Me acordé de apuntarme mi clase, la 0.5. El cero se refería a el piso y el cinco a el número de clase. 

--Al menos no tenemos que subir escaleras --dijo Dealia acompañándome a mi casa.
--El año pasado estábamos en el tercer piso...--suspiré-- ¡Qué sufrimiento!
--Sí. Oye, me quedo a comer en tu casa.
--¿Vale? --reí-- Mis padres no están.
--Me da igual, cocinas bien. Venga, abre --dijo parándose delante de mi puerta--. Y de paso me cuentas lo de Lucas.

lunes, 1 de abril de 2013

Capítulo 2- Dylan


Cuando vi su coche girar en la esquina me tuve que obligar a mi misma a no llorar, a contener las lágrimas y a darme la vuelta para irme a mi casa. Al girarme, me choqué con alguien y me caí al suelo.
--¿Alissa?-- dijo Dylan.
Dylan era un chico de mi clase rubio y de ojos impresionantemente verdes. Nunca habíamos hablado mucho, porque él era el popular de la clase y yo era más bien la marginadilla que se pasaba el día leyendo. Que yo supiese, ese chico era un chulo e iba de guay por la vida. Siempre se metía con la gente --normalmente conmigo-- insultándole y tirándole las cosas al suelo. Pero eso había sido hasta mitad segundo de la ESO, cuando había empezado a salir con una compañera, Plissa, que le había cambiado. Había pasado a estudiar, a ser amable con todo el mundo y a tratarme incluso bien. 
--Ah, hola Dylan--dije yo levantándome y sacudiéndome las manos.
--Perdona, estaba en mi mundo--dijo él.
--No, era yo, venía de despedir a Lucas...--suspiré. Me dolía recordarlo.
--Es verdad, oí algo de que tenía cáncer, ¿no? --dijo él.
Cerré los ojos conteniendo las lágrimas. ¿Tan poca delicadeza tenía ese chico? 
--Sí --suspiré--. Se ha ido a la ciudad para que le hagan quimios y eso.
--Oh... Lo siento. ¿Salíais, no?
Le miré sorprendida.  ¿Era adivino o qué? No salíamos, no antes del beso de hacía un par de horas. No sabía si mantenerlo en secreto o no, pero pensé que mejor que no lo supiese nadie. Si pasaba algo, lo cual dudaba, la gente se sentiría mal por mi mejor amigo, no por mi novio.
--No, ¿por?
--Porque como siempre estáis juntos...
--Es porque somos amigos --expliqué--. Nos conocemos desde los tres años, siempre hemos sido amigos. 
Me sentía mal por mentirle, pero tampoco es que fuésemos grandes amigos. Pero es que odiaba mentir, soy demasiado buena, desde siempre. Igualmente, no era una gran mentira y técnicamente no salíamos juntos en ese mismo instante.
--Oh, perdona --sonrió--. Igualmente te habrá afectado que se haya ido si os conocíais desde hace tanto tiempo, ¿no?
--Un poco --dije con un suspiro--. Pero bueno, me ha dicho que no esté mal, que se recuperará. 
--Todos esperamos eso. ¿Quieres tomar un helado? 
--¿Eh? Vale--reí--. ¿Dónde?
--¿En Petite Ice Cream?--sugerió encogiéndose de hombros.
--Vale--sonreí yo.

--Un helado de nata con ositos--pedí yo cuando Dylan pidió su helado.
--¿Ositos?-- se burló él.
--Sí, ositos. Los ositos son para gente mayor como yo--dije yo cogiendo mi helado.
--Comprendo--dijo riéndose y cogiendo su ChocoHelado--.  Aunque creo que no era así. Mmm... ChocoHelado.
--El HelaSito está mejor--dije yo.
ChocoHelado y HelaSito eran los nombres que les habíamos puestos a esos dos helados en particular entre todos los compañeros de clase. El ChocoHelado era el helado de dos bolas de chocolate negro y el HelaSito era el helado de nada con ositos de chocolate blanco, aunque también podía ser helado de chocolate blanco o de vainilla. También estaban el FresiDo, el helado de fresa; el LimaDo, el helado de limón y el HelaNilla, de vainilla, entre otros.

--Te has manchado la nariz--dijo él pasándome una servilleta cuando nos sentamos en una mesa apartada en una esquina.
Cogí la servilleta limpiándome la nariz.
--Gracias --musité.
--¿Me das un osito? --miró el helado con hambre-- Porfa.
--¿No eran para niños? --repliqué lamiendo el helado.
--No, no eran para niños. ¡Por favor!
No puede evitar soltar una carcajada y acercarle el helado.
--Va, coge uno, que hoy estoy amable.
Cogió un osito con los dedos procurando no mancharse y lo sujetó con los dientes.
--Gracias --dijo aún con el osito entre los dientes, haciendo que su ''gracias'' sonase como un ''asias''.
--De nada, pequeño Dylancito-- reí atrapando un osito con la lengua.
--¿Dylancito? --preguntó estupefacto.

Cuando acabamos los helados, se ofreció a acompañarme a casa y yo acepté, por supuesto. Dylan me caía bien, cosas que habían pasado a los trece años, teniendo dieciséis, no importaban. Me dejó en la puerta, con una colleja cariñosa de despedida. Me di cuenta de que no había pensado en Lucas desde que me había encontrado a Dylan. Hablaba de cosas superfluas y me distraía, me sentaba bien estar con él. 
Subí a mi habitación y le envié un mensaje a Lucas, preguntándole dónde estaba. Poco después me llegó su contestación, diciéndome que aún le quedaba bastante trecho para llegar a Valencia. Después de todo, solo había estado un par de horas con Dylan. Le envié un mensaje, diciéndole que se durmiese. Me llamó.
--¿Sí?--dije cogiéndolo.
--Estaba durmiendo hasta que me mandaste el mesaje.
--Sabes que te quiero, perqueño.
--Es mutuo. ¿Qué tal por ahí?
--No sé. He tomado un helado con Dylan.
--Ya, ya... Helado--dijo con un tono que seguramente iría con un movimiento de cejas hacia arriba y hacia abajo.
--Sí. Helado--reí--. ¿Algún problema?
--No, eres libre de morrearte con quien quieras en la heladería que quieras comiendo lo que quieras--bromeó--. Bueno, voy a ver si duermo sin interrupciones, ejem, ejem, luego te llamo. Adiós.
--Hasta luego--dije colgando.
Esperaba que todo eso fuese en broma. Después de todo, era él el que quería que estuviésemos separados, yo podría haberle esperado. Solo quería distraerme un rato. Ahora no me podía sacar las dudas de la cabeza. Perfecto.