miércoles, 3 de julio de 2013

¡CONCURSO OFICIAL!

AQUÍ TENÉIS A LA LOCA ESCRITORA DE CDLD.
En fin, una parte acabó... ¡y sigo viva! Eso significa que me queréis, y como yo os quiero, adelanto el concurso --porque sé que no llego a las 2.500 visitas que me queréis pero no tanto-- así que... ¡CONCURSO A! 
A: 
Consiste en decirme por e-mail (lap013@hormail.com) o por un tuitlonger vía Twitter (@LauraHistorias) cual es tu frase o texto preferidos de Culpable de la Distancia. Por ejemplo, si es ''Croquetea, pequeño ser humano, etc'' decir algo a lo ''Es mi frase preferida porque...'' y así. Yo votaré la gracia que me ha hecho, lo que me ha gustado y lo que me ha emocionado. Ah, y pido que el texto tenga mínimo 200 palabras, para que tenga algo que juzgar. El que gane se publicará en el blog.

EL PLAZO ACABA EL... --hago un redoble de tambores-- ¡VEINTICINCO DE JULIO! Así que venga, comienza el concurso. El premio es poder inventarse un personaje que saldrá en la segunda parte, ¡así que suerte y mucho amor! Recuerdo que mi correo es lap013@hotmail.com y que mi Twitter es LauraHistorias.
DUDAS EN LOS COMENTARIOS.

sábado, 15 de junio de 2013

Capítulo 19-- La obra.

Inspiré y le miré. Tenía que seguir hacia delante con la obra.
--¡Ángel! --grité yo.
--¡Amor! --dijo él acercándose.
En ese momento apareció Dylan al lado de un árbol, interpretado por una chica con un nombre parecido al mío, Alessia, y detrás de un arbusto, que era una chica llamada Mar.
Él intentó besarme, es decir, Ángel intentó besar a Vic y yo me aparté echándome hacia atrás, pusieron un sonido de dibujos animados y tuve que contener la risa.
--Tenemos que romper... --dije con la voz rota --¡Adiós!
Corrí fuera del escenario con Lucas detrás.
--¡Maldita sea, Vic! ¡No te vayas! ¡Explica! --gritó él persiguiéndome.
Nos fuimos todos a cambiar y yo me puse un vestido rojo y unos tacones, salí y me encontré a Ale, la que hacía de árbol, vestida de vaca.
--¡MUUU, VACA! --me gritó en el oído encontrando a otras dos chicas que hacían de vaca, Raquel y Alicia.
Fui a esperar a Dylan. No podía intentar hablar con Lucas porque acabaría llorando y para esta escena iba muy maquillada. La escena era de una fiesta en la granja de la chica intranquila, An, que estaba llena de vacas y patos y otros animales por el estilo.
Se abrió el telón y yo suspiré.
Entré cogida de la mano de Dylan --que asco-- y miramos el decorado de la casa de An cuando pasó una chica, Mar, perseguida por Katy la gata que iba corriendo a cuatro patas lo más rápido que podía y por An, que intentaba agarrar a su gata.
--¡Me persigue, me persigue la gata! --gritó ella con un tubo de pasta de dientes en la mano.
Con la pasta de dientes manchó a Dylan, o sea, James, que se fue corriendo a limpiarse, tropezando con Raquel, Alicia y Ale, que hicieron 'MUUUUU'.
Yo me acerqué y me senté delante de las vacas, cogiendo una flor y mirándola.
--Las partes de la flor eran: Pistilo, estambre, pétalos... --decía para mí.
En ese momento apareció Lucas, me miró y se sentó a mi lado en silencio.
--Vic... --susurró él.
En ese momento entró James con Jessie y Lucas y yo nos escondimos mejor detrás de las vacas.
--Va, Leona... --dijo Dylan acercándose a ella para besarla.
--No, DyJames --dijo ella corrigiéndose rápidamente --Estás con Vic. Y aunque pudiese dominar el mundo a cambio nunca traicionaría a Vic.
Ellos se fueron hablando y yo me quedé con cara de sorprendida, mientras Lucas se iba silbando para dejarme sola.
--Boba --me dije a mí misma paseando --. Soy boba y soy... ¿libre?
Mientras paseaba, resbalé con una mancha de pasta de dientes y fingí caer, golpeándome la cabeza y desmayándome.
Pasaron dos chicas, una despotricando porque tenía que pasarse un videojuego y otra con una tortuga bajo el brazo --cada una elegía de un baúl que teníamos lo que quería llevar o de lo que hablaban los de relleno así que todo era bastante aleatorio--. Se pararon, me ayudaron y se fueron. Cuando me desperté pasó Dylan. Lucas estaba detrás de las vacas, observándonos.
--¡Vic, amor! --gritó él --Estaba quitándome de encima a la Leona, se ve que le gusto...
Yo puse los ojos en blanco y me levanté despreciando la mano que me ofrecía, salí fuera del escenario y Lucas se levantó y se encaró a Dylan.
--¿Por qué estás con Vic?
--Cállate, Ángel. No entiendes --dijo él colocando su chaqueta de niño pijo.
--¿Qué no entiendo? Entiendo que eres un niño pijo y que ella no quiere salir contigo, James. La estás obligando, ¿verdad? Ella es mía. Y me voy a vengar.
Ellos se fueron y entré yo, supuestamente saliendo de la casa de An con el vestido rojo aún puesto, cantando y comiendo croquetas. La canción la habían preparado para rellenar y era bastante tonta.

Mi vida, oh mi vida
Quedé destrozada y sin amigas
Por una croqueta hervida
Que no fue servida

Oh la croqueta
Es una belleza
Bonita y perfecta
Cada día más rellena

Croquetas marrones
O de varios colores
De croquetas moles
Que llenan mis ilusiones

Las croquetas son mi amor
Están en mi corazón
Que me atropelle un camión
Si no es cierto como un camisón

Esa es la verdad
Enamorada me hallo
De un objeto malayo
Que frito está
 
Al acabar la canción yo me iba y volvía a cambiar el decorado, esta vez era la habitación de Lucas. Tocaba otra canción, también bastante estúpida. Empezaba a pensar que los del club de música se drogaban.
Oh, mi Victoria, mi Vic
Sin ti no puedo dormir
Sin ti no puedo vivir
Me desespero sin ti

Te necesito aquí
Cuando estoy por ahí
Vuelve junto a mí
Antes de que esté turulí

Oh, mi Victoria, mi Vic
Sin ti no puedo dormir
Sin ti no puedo vivir
Me desespero sin ti

Volvimos a cambiar de escena y apareció Lucas peleándose con Dylan, mientras sonaba 'Sufre mamón' de fondo. En ese momento aparecí yo corriendo.
--¡Parad! ¡Parad! ¿Qué hacéis? --les separé.
Ellos se callaron y dieron tiempo para que el público viese el maquillaje que tanto nos había costado hacer. A Lucas se le veía el labio ensangrentado y a Dylan un corte en la mejilla.
--¿Estáis locos? --dije dándoles una colleja a cada uno.
--¡Le he oído diciendo que te estaba obligando a salir con él! --gritó Lucas.
--¡Me ha roto la chaqueta! --objetó Dylan.
--¿Sabéis qué? Sois unos niños. No voy a salir con ninguno. Adiós --dije yo y me fui.
Se cerró el telón y nos levantamos, se volvió a abrir y salimos a saludar, Dea me tiró una caja de bombones a la cabeza.
--¡Ramera! --exclamé.

Al acabar salí corriendo del escenario y me choqué con una chica. Me escondí en un camerino y espié. En cuanto Lucas salió del escenario la chica le besó y yo me fui corriendo del teatro del instituto, atropellando a Dea, que iba a felicitarme por la actuación. Lucas me miró al pasar y me llamó, pero le ignoré. En ese momento lo entendí todo.
El culpable de la distancia no era el cáncer, no era la muerte. Los culpables de la distancia éramos él y yo.

FIN
Del primer libro.

viernes, 14 de junio de 2013

Capítulo 18-- Insensatos

--¿Pero qué hacéis, insensatos? ¿No veis que os vais a dañar?—grité yo en medio del ensayo --¿Que esto es una pelea estúpida?
--Vic, obviamente no comprendes, oh, querida, el por qué de nuestra pelea—gritaba el chico que hacía de Ángel, Josh.
--¡Dejad de hablar así! –gritó la tutora, que era la directora.
--Es que es muy divertido, profe –dijo Josh acercándose a mí y ayudándome a levantarme, ya que de la risa estaba tirada en el suelo.
--¡Me han manchado de pasta de dientes! –gritó Dea de repente entrando, con una mancha blanca en su camiseta azul.
--¿Quién, Dea? –dije yo separándome de Josh y bajando del escenario de un salto.
--Pues... Irene –mintió ella.
--Mientes. –dije y me giré hacia Josh –¡Miente!
--Sí, Issa, todos lo hemos notado. ¿Dea, quién te ha manchado?
Dea se sonrojó. Le había caído bien Josh una vez alejado de Dylan. Demasiado bien, le estaba empezando gustar.
--¡Da igual! –dijo ella con un ataque de risa floja --¿Dónde está Dylan?
--No lo sé.
--Estamos a una semana escasa del estreno y no viene nuestro James.
--Ya estoy –dijo Dylan entrando --¿Ensayamos?
--Ya es la hora. Largo. Fus. Fus.
--¿Y para qué vengo?
--¡Culpa tuya por llegar tarde! –dijo Josh.
Bajó del escenario y tiró a Dylan al suelo mientras se pegaban.
--¡Yo quiero! –gritó Dea acercándose y pateando a Dylan.
--Dea, morirás.
Dylan le persiguió hasta que le puse la zancadilla y se cayó.
--¡Bajad las cosas del escenario Josh y tú! Castigados por pegaros –dije yo obligándoles a subir.
--Mala –dijo Josh bajando por las escaleras con una mesa.
Dylan y él bajaron por las escaleras con una mesa bastante grande. Josh bajó las escaleras de espaldas y tropezó, torciéndose el tobillo y haciendo que la mesa se le cayese encima.
--¡Josh! –gritó Dea corriendo a su lado.
Él se intentó levantar pero se volvió a caer en seguida.
--Creo que tiene un esguince –dijo Dea mirándole.
--¡Dylan, haz algo útil y llama a la profesora, que ha huido!
--¡Mala pécora! –gritó él saliendo por la puerta.
--¿Y ahora quién será nuestro Ángel?—dije dándome cabezazos contra el telón.
--¡Yo sé quién! –gritó Dea –No podrá venir a los ensayos y le tengo que convencer, pero será nuestro Ángel.
--¿Segura? Estamos a tiempo de travestirte.
--Definitivamente será nuestro Ángel –dijo ella, horrorizada.
--¿Cómo se llama? –pregunté yo.
--No sé… es un amigo de un amigo… --dijo ella mirando a otro lado.
--¡Josh, está mintiendo! –dijimos Josh y yo a la vez.
 
 
Una semana después iba vestida con una falda azul, una camisa blanca y una diadema azul, con medias blancas y zapatos azules, caminando entre los bastidores buscando a Dea como una loca.
--¡Dea! –grité cuando la vi-- ¿Dónde está tu amigo? Dime que está aquí.
--Ay, que mona vienes, Alissa, digo Vic, ¿quién era la encargada del vestuario?
--Irene, la que te manchó de pasta de dientes –dije haciendo comillas con los dedos.
--Ah, vale. Sí, mi amigo está por aquí. ¡Pero sal ahí, boba, que esto empieza! Esto empieza con tu monólogo, ahora le saco.
--¡Voy! –grité corriendo hacia el escenario.
 Me puse en el centro del escenario y abrieron el telón. Un foco de luz me apuntó y yo sonreí nerviosa. El chico del foco, que era Josh con el pie vendado, me puso un pulgar hacia arriba poniendo la mano encima de la luz. Sonreí y rebusqué en mi memoria el comienzo.
--¡Oh, Dios mío! –dije teatralmente moviéndome por el escenario—El chico nuevo del instituto, James, me ha ofrecido que salga con él y me ha dicho que sino salgo con él hará que expulsen a mi actual novio, Ángel. ¿Qué puedo hacer? Será  mejor que rompa con Ángel, no quiero que le pase nada… ¡Oh, aquí viene!
El chico que hacía de Ángel entró despreocupadamente y le vi. Ojos azules y pelo oscuro, sonrisa despreocupada. Su pelo estaba muy corto, lo que significaba que le había crecido hacía poco. Lucas.

martes, 28 de mayo de 2013

Capítulo 17-- La historia de las Croquetas.

--¡Pasad las urnas! Pero sin correr –dijo la profesora.
--¿Qué sin correr ni que croqueta quemada? –dije yo--¡Corred que quiero saber los resultados!
--Alissa, ya. De verdad. ¿Qué te pasa con las croquetas?
Reí y miré como pasaban la urna. Cuando llegó a mí, voté mi propuesta, claramente, y se la pasé a Dea, que votó también nuestra propuesta.
La urna llegó a la mesa de la profesora y ella empezó a contar los votos, con exasperante lentitud.
--¡Profe, lo haces a propósito! –grité.

--Dylan, Alissa, Dylan, --me ignoró—un Gusanito, Felicidades An… ¿No podéis votar en serio?
--¡Profe, acaba ya! –gritó media clase.
--Gana Alissa –dijo tirándome las papeletas.
--¡VIVA! –gritó Dea.
--Ahora os espera un largo tiempo para preparar actores.
--¡Esperad! –exclamó Dea poniéndose delante de toda la clase. Oh, oh-- ¿Quién quiere ver actuar a Alissa y que sea la protagonista?
Toda la clase levantó la mano.
--¡No! –grité-- ¡Me niego! ¡Protagonista no! ¡Hay que cantar y…!
--¿Cantar? Decidido, tú—dijo la profesora--. Puedes cantar una oda a las croquetas, pero tú la protagonista.
--Profesora, le recuerdo que el año que viene usted no estará en este instituto y que quedan dos días de clases después de la entrega de notas. No haga que me vengue.
--No amenaces, que las notas no están puestas –dijo ella.
--¡JUM! –exclamé indignada—Dea, te mataré. Espérame a la salida.
--Voy a comer en tu casa, como buena gorrona –dijo ella--. Claro que te espero.
--Dealia, en mi casa hay cuchillos.
--Y en la mía. Y en la de todos. Dime algo que no sepa.
--Hay croquetas para comer.
--Alissa, cuéntame tu historia con las croquetas—dijo la profesora poniéndose en pose de psicóloga.
Reí. Esas eran nuestras clases de tutoría.
--Un día estaba en clase de Plástica haciendo un llavero de peluche. Iba a ser un osito, un osito adorable, marrón y precioso, pero la cabeza me quedó amorfa, deforme. Iba a ser un ‘’Teddy Bear’’, pero al final lo arreglé de mala manera y acabó siendo una croqueta. Le pegué unos ojos y una boca y acabó así –dije sacando mi llavero, que, efectivamente, era una croqueta sonriente.
--¿Y solo por eso empezó lo de las croquetas?
--Por eso y porque esa noche los tres, Lucas, Dea y yo –levanté tres dedos—cenamos croquetas.
--Oh –dijo la profesora, perpleja, mientras sonaba la campana--¡Salid de aquí, bestezuelas, que ya podéis correr a vuestras casas como si no hubiese mañana! ¡Sois libres, golondrinas mías, id a predicar vuestra sabiduría! –dijo la profesora con sonrisa soñadora.
--¿Profe? –reímos.
--Tengo mucho que corregir. Fuera –nos echó.
Corrimos a la puerta y fui, cogida del brazo de Dea, hacia el parque, donde nos encontramos a tres chicas, compañeras nuestras, sentadas en un banco comiendo pipas.
--¡Jessie! ¡Kat! ¡An! –dijimos Dea y yo.
Nos saludaron también, con ilusión. Dijeron que querían participar en la obra.
--Jessie, ¿tú que quieres ser? –sonreí.
--¿Hay algo que lleve un cortador de pizzas?
--No –reí.
--¿Gobernadora del mundo? ¿Leona? ¿Caballito de mar?
Solté una carcajada y pensé en el guión.
--Hay una chica a la que llaman Leona por su pelo.
--¿Puede querer dominar el mundo en el futuro?
--Claro –reí.
--Me vale –sonrió ella.
--¡Yo quiero ser una gata! –exclamó Kat.
--Sale una gata, la chica tiene una gata.
--¡Bien!
--Yo seré una chica ‘’intranquial’’ –dijo An.
--¿’’Intranquial’’? –dije yo riendo.
--Intranquial.
--Se refiere a intranquila –explicó Jessie riendo.
--Hay una chica que dice que está tranquila pero que está hiperactiva. ¿Te vale, An? –sonreí.
--Sí, me vale –dijo ella.
--¡Bien! –grité.
Esto avanzaba.


lunes, 13 de mayo de 2013

Capítulo 16-- Ping pong.


Me senté en una mesa que había a la derecha de la pizarra, delante de toda la clase. Mi idea para el concurso de talentos entre clases de ese año era hacer la obra, algo convertida en musical con ayuda del club de música, baile, teatro…
Pero eso se lo tenía que explicar a los de la clase.
--Empecemos. Dylan, Fran, Víctor, cerrad el pico u os lo cierro yo. Mi idea consiste en preparar una obra con un guión, este guión –dije agitando las hojas--. La cosa es que solo el guión no rellenaría todo el tiempo, así que entre todos los clubes podríamos montar una coreografía, un espectáculo de luces, canciones… Lo que sea. En cuanto a la obra…
Dealia se levantó corriendo para explicar su parte, sentándose a mi lado.
--¿Estoy roja? Seguro que sí. Bueno, expliquemos. La obra narra la historia de una pareja. La chica se llama Victoria y el chico Ángel. Un día al instituto donde estudian llega un chico nuevo, James.  James se enamora o cree enamorarse de Vic. Decide hacer lo que sea para conseguir salir con ella. Empieza a hacer cosas como robarle los deberes de la mochila a Ángel, hacer que sus amigos le pongan la zancadilla… Cosas por el estilo.
--Entonces –continué --, Vic, que era muy buena chica, y algo tonta, decide hablar con James para que pare después de que hiciera desaparecer la mochila de Ángel  con casi todo su contenido. Le dijo que tenía que dejar a James y estar con él. Vic necesitaba que dejasen en paz a Ángel, porque le quería demasiado, así que aceptó. No le explicó nada a Ángel, rompió con él y empezó a salir con James. Bueno, el resto ya lo veréis en el guión si aceptáis hacer esta obra.  Si no aceptáis, os mataré. Con un hacha y una croqueta –sonreí como una psicópata y volví a mi sitio. Se oyeron unas carcajadas, sonreí.
--¿Croqueta, Alissa? –preguntó la profesora mirándome.
--Está obsesionada, profesora –dijo Dea, riendo.
--¡No estoy obsesionada! –exclamé—Es que soy una croqueta.  
--Profesora, llame al psicólogo—gritó Dea.
--¿Dea, tú qué eres? –dije curiosa.
--¡Un pez! –exclamó.
--Señoría, decida –reí.
--Vale –dijo la profesora --. ¿Esto es normal para vosotras?
--Y tanto –dijimos a la vez.
--Se os ve tan normales de lejos… --suspiró –Bueno, les toca a los chicos. Kevin, Josh, Víctor, Fran y Dylan. Vuestro turno.
Se levantaron y se apretujaron en la mesa, tirando al suelo al pobre Josh.
Les miré. Kevin y Víctor eran gemelos, ojos negros, pelo castaño. Josh y Fran eran amigos de toda la vida, con ojos y pelo marrón, que se diferenciaban en que Josh tenía ambos más oscuros. Y Dylan era Dylan, como siempre.
--Hemos pensado en, como en esta clase somos más originales, podríamos hacer un campeonato de diferentes deportes. La lista sería: ping pong, fútbol,  baloncesto, skate… --empezó Dylan.
--No cabría toda la clase en el escenario –observé yo. Al menos en la obra la gente iba y venía.
--Haríamos turnos –sugirió Josh.
--¿Y si a alguien se le dan mal los deportes?
--Pues no participa.
Se alzó un coro de quejas por parte de toda la clase.
--¡No me parece bien! –exclamé.
--¿Por qué? –dijo Dylan mirándome, desafiante.
Oh, su orgullo seguía herido. Cierto.
--Dylan, estás más perdido que un niño de cuatro años solo en un supermercado. No seas tonto. Estos concursos son para que participe toda la clase.
--Toda la clase que tiene algún talento.
--¿Crees que no hay talento en cantar, bailar o actuar?
--Son talentos inútiles.
--No más inútiles que tú–dije yo.
--¿Dylan y Alissa suelen llevarse así? –escuché susurrar a la profesora.
--Salieron un tiempo, pero Alissa le dio la patada –susurró Dealia.
Sonreí y miré a Dylan, que estaba perplejo ante mi insulto.
--¿Perdona?
--¿Te lo repito?  Inútil. Cantar, bailar y actuar es tan importante como otros deportes. Y odio el ping pong.
--¡Espera! –exclamó Josh --¿Odias el ping pong? Porque se te da de miedo.
--Empecé a jugar por probar y no –miré a Dylan—juzgar como una hipócrita.
--Vale, dejemos la pelea, no me gustan las peleas –dijo la profesora.
--Profe, no mientas –dije yo sentándome bien en la silla --. Nos mirabas como si fuese un partido de tenis.
--Lo reconozco –rió --. Bueno, ¡votemos para ver que opción preferís!

lunes, 6 de mayo de 2013

Capítulo 15-- Sufre, Mamón.



--¡Alissa! –dijo él—Necesito hablar contigo.
--Hola, Dylan. No tengo tiempo --dije yo sin parar de andar.
Me paró cogiéndome de la muñeca y me puso en frente de él.
--Tengo que hablar contigo –repitió, amenazante.
--No quiero hablar contigo –susurré --. Quiero que te vayas y me dejes en paz.
Me paró y me puso contra la valla, sujétándome por los hombros.
--Escúchame, Alissa.
--No, Dylan. No puedo escucharte, no quiero.
--Alissa…--dijo y se inclinó hacia mí.
¿Qué hacía? ¿Qué demonios estaba haciendo y por qué se estaba inclinando hacia mí?
Olí su aliento, a chicle de menta y me aparté.
--¡Dylan, me da igual! ¡Me das igual tú, me dan igual las cosas que me dijeses, lárgate!--dije pegándole un puñetazo en el estómago.
Eché a correr hacia mi casa, escapándome de él.
Había intentado besarme. Maldita sea, estaba más confusa que lo que había estado en toda mi vida.
Necesitaba a Lucas.
Pero Lucas no iba a querer, eso debía tenerlo claro. Y si Lucas no volvía, tendría que enfrentarme yo sola  a la situación.
Recordé las tardes con Lucas, practicando teatros para Lengua, discutiendo con él, cuando me pedía que me apuntase a alguna obra del club de teatro… Y ahí tuve la bombilla, la idea que, estaba segura, haría que me distrajese.

Llegué a casa y subí a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mi y me arrodillé delante de mi cajonera. Saqué un sinfín de libros de el cajón de abajo, el cuarto, pulseras, collares y apuntes del tercero. En el segundo encontré peluches pequeños, pinturas y libretas llenas de relatos. Al final, en el primero, el de arriba, tras quitar una capa de polvo considerable, apartar trozos de tela y hojas sueltas encontré el álbum de fotos.
Estaba lleno de fotos de cumpleaños, en el río, en la playa, en el banco… Sonreí al ver esas fotos, pero no era eso lo que quería ver. Pasé todas las hojas y llegué a la última, donde, metidas dentro del plástico del álbum, estaban unas fotocopias. Las leí y sonreí.
Hacía un tiempo, Lucas y yo habíamos estado escuchando la canción Sufre Mamón, de los Hombres G y habíamos tenido una interesante –y rara—conversación hablando sobre  cómo sería esa historia en la vida real.  Y de ahí, tras varias horas de trabajo, descansos, guerras de cosquillas y hojas gastadas habíamos hecho un guión de teatro bastante decente.

Llamé a Dealia cuando volví a organizar la cajonera para contarle lo del guión.
--Dealia, cariñito de mi corazón, amor, estrella de mi cielo, luz de mi oscuridad, ¿te acuerdas de el guión tonto que hice con Lucas hace un tiempo?
--Sí, el que no me dejabais ver –dijo ella.
--He pensado en participar con la obra para final de curso.
--¿El gran concurso entre todos los cursos?
--Sí, Dea –asentí --. Podrás leerla. ¿Te apuntas a participar?
--¡Claro! –exclamó -- ¿Pero no era para cuatro gatos?
--Tonta –susurré--. Hay bastantes personajes, pero la mayoría salen durante tres segundos.
--Mejor, así no tendré que hablar casi –rió.
--Entonces… ¿En la próxima tutoría hablamos de lo que hará nuestro curso?
--Claro, pero habrá otras propuestas…
--Los aplastaremos rodando cual croquetas.

sábado, 27 de abril de 2013

Concurso CdlD

¡BUENOS DÍAS PEQUEÑOS CROQUETEADORES! A ver, planeo hacer un concurso por las 2500 visitas y otro por las 5000 visitas. La cosa es que no me decido. Habrá uno ''A'' y otro ''B''. Comentad diciendo cual preferís para las 2500 visitas, que es el más próximo.
A: 
Consistirá en decirme por e-mail (lap013@hormail.com) o por un tuitlonger vía Twitter (@LauraHistorias) cual es tu frase o texto preferidos de Culpable de la Distancia. Por ejemplo, si es ''Croquetea, pequeño ser humano, etc'' decir algo a lo ''Es mi frase preferida porque...'' y así. Yo votaré la gracia que me ha hecho, lo que me ha gustado y lo que me ha emocionado. 

B: 
Consistirá en, por Twitter, durante una semana, ir poniendo frases de CdlD. Habrá que poner al principio de la frase un seudónimo (por ejemplo, HelaS) y yo contaré todos los días entre seis y media y siete las frases que lleváis (a esa hora no podréis twittear frases). Se utilizará un HT (#CDLDC [Culpable de la Distancia Concurso]). Al final de esa semana diré quien ha ganado.

PREMIOS: 
El premio de ambos concursos será que podréis elegir el sexo, personalidad, nombre y aspecto de un personaje importante de la segunda parte.


Para hacer el concurso tengo que llegar a las 2500 visitas antes de que comience la segunda parte, por eso os lo pido con tanto adelanto, porque aún quedan bastantes capítulos de Culpable de la Distancia. 
¡Votad en los comentarios si A o B! 
Gracias, 
Laura.

viernes, 26 de abril de 2013

Capítulo 14-- Levanta, croqueta.


--Alissa, tranquila...  --dijo Dea.
Eran las tres de la mañana y Dea estaba sentada en la cama de mi sótano con lágrimas en los ojos. Yo me encontraba sentada en una balda del armario empotrado abrazándome las rodillas con la barbilla apoyada en una de ellas. Las lágrimas a penas me dejaban ver a Dea, que se había molestado en vestirse para venir a mi casa.
--¿Tranquila? --suspiré.
Dea iba a responder, pero sonó su teléfono, un tono de un mensaje. Lo miró y se puso blanca. Fue a guardarse el teléfono y pregunté:
--¿Qué pasa?
--Nada...--susurró.
Me levanté corriendo y le cogí el teléfono móvil. Leí el mensaje: ''Dealia, soy Carol. No sé si Alissa te habrá avisado pero... Ayer operaron a Lucas y la operación se complicó. Ahora está muerto.''
--Ay --susurré. No dije nada más.
--Por eso no podías leerlo... --suspiró.
--Dea, no tienes que protegerme. El que me protegía era él. Y me recuerdas a él cuando... Cuando pasó lo de mi tío. ¿Te acuerdas como me protegió? ¿Cómo me trató al saberlo? Y el día anterior habíamos discutido. Porque el salía con... ¿Con Mía? Creo que fue por Mía. Y yo estaba celosa. Nunca se lo dije pero lo estaba. No sé por qué no le dije que le quería. Le quería y demasiado. Pero ahora no sé si lo sabe, que le amaba, que necesito su olor para sobrevivir... No sé que hacer, Dea. No lo sé --dije y rompí a llorar.
Dea se quedó en silencio. Era una de las cosas más serias que le había dicho en mi vida.
--Calla, tonta. Te mereces que alguien te consuele y como él no puede te consuelo yo, que para algo soy tu mejor amiga -- sonrió. Esa también era una de las cosas más serias que me había dicho--. Así que croquetea.
Y ahí se acabó lo serio.
--¿Que croquetee? Dea, ¿estoy llorando y me dices que croquetee?
--Croquetear es bueno para la salud--afirmó con una sonrisa.
--Dea, joder, eres tonta...--dije riendo entre lágrimas.
--Ni lo dudes. Pero no estés mal, príncipe mía.
Solté una carcajada sin poder evitarla.
--Princesa, a su servicio.
--¿No odiabas lo de levanta la cabeza que se te cae la corona?
--En mi caso es rueda pequeña, eres una croqueta.
--Que filosófico... --rió.

Salí de casa, una semana después. Había estado encerrada intentando no pensar en Lucas, pero al final me obligué a salir, así que me abrigué y salí a pasear
Me dije a mi misma que era una mala idea salir con el frío que hacía. Pero era peor quedarse en casa y pensar en Lucas, así que envuelta en una bufanda, el abrigo y las botas salí a pasear por la nieve.
Llegué hasta mi instituto y lo rodeé. Estaban quitando el banco roto de la zona donde estaba. Todos mis recuerdos de Lucas se iban. Quizá fuera lo mejor... Necesitaba olvidarme a Lucas y lo malo es que todo me recordaba a él. Las tardes en el teatro del instituto, mi jardín, la biblioteca, los libros... Mis mejores recuerdos eran con él. Y ahora eran los peores, los que me recordaban una enfermedad que ya odiaba lo suficiente,  que hacían que pensase en algo que hacía que me quisiese morir. Pero por otra parte no podía olvidar esos recuerdos, eran los mejores de mi vida. Punto.
Giré la esquina y me choqué con alguien.
Dylan.

martes, 23 de abril de 2013

Capítulo 13-- Lucas.


Recibí un grito por parte de mi madre diciéndome que más me valía ducharme si no quería morir de una pulmonía. Me daba igual morir de una pulmonía, mientras a Lucas no le pasase nada... Mejor me duchaba para que mi madre no se enfadase. Estaba cubierta de nieve y no me había dado cuenta. No me daba cuenta de nada, estaba demasiado preocupada y me daba miedo llamar. ¿Y si le había pasado algo a Lucas? 
No. No podía pensar en eso. Lucas era Lucas, no se podía morir.
Me metí en la bañera, llena de espuma y cogí un libro para hacer algo y no pensar. Me encantaba leer. Era como tener un amigo que no te hacía llorar, que te ayudaba sin llevarte la contraria, que siempre te decía lo que querías oir. Excepto cuando moría un personaje que te encantaba, ahí solías o tirar el libro contra la pared para levantarte y recogerlo para ver que pasaba después o bien echar a llorar sin poder leer porque las lágrimas te nublaban la vista. 
Pero, resumiendo, leer era lo único que siempre podía distraerme del mundo real, eso y la música. Eran las dos cosas que siempre podían hacer que mi estado de ánimo fuese de un extremo al otro. Pero en ese momento no. No conseguía alegrarme ni leyendo ni escuchando música. Lo único que podía hacer era llorar, pero las lágrimas me dejaban la cara congelada así que mejor no. 
Para cuando acabé de bañarme era la una. Había estado aproximadamente dos horas y media metida en la bañera. Y si me salí fue porque el agua empezaba a congelarse de verdad. Maldito invierno...
Me puse el pijama, una camiseta grande de manga larga y unos pantalones que acabé cambiando por un pijama de franela.
Puse música para seguir con mi libro, pero al final lo cerré. No me concentraba, solo podía pensar en Lucas, en que le pasaba, en por  qué no llamaba, en que si me llamaban y me decían que estaba bien probablemente me daría un infarto del alivio. 
Pensé en lo que significaba Lucas para mí. En las veces de niña que me acompañaba a la biblioteca, en que cuando iba sola siempre silbaba cuando pasaba por delante de su casa para ver si le dejaban salir, en que le quería demasiado. Era mi ángel de la guarda, siempre me había protegido y cuidado. Y no quería que fuese mi ángel desde el cielo.
De repente cambió la música a mitad de canción. Miré el teléfono extrañada hasta que me di cuenta de lo que pasaba. Madre, que estúpida.
Me llamaban. Me levanté corriendo a por el teléfono y lo cogí, casi cayendo al suelo cuando lo tuve entre mis manos. 
--¿Alissa? -- dijeron.
Era la madre de Lucas. ¡La madre de Lucas! Y ella estaba llorando. 
--¿Carol? --dije yo, cada vez más asustada.
--Sí, soy yo. Tengo que hablar contigo, Lucas me dijo que lo hiciera... --dijo. Le temblaba la voz.
Vale, iba a llorar. 
--¿Qué... ¿Qué ha pasado? Por favor --susurré.
--La operación de Lucas se ha complicado y... Ya sabes... Por eso no te ha llamado. Ahora está...--le falló la voz.
--¿QUÉ? --exclamé. 
Escuché un clac. Había colgado. 
Ya estaba llorando. Y se me helaban las mejillas.

Capítulo 12-- Edburga.


''Toc'', hizo el reloj cuando marcó las dos y media. Empezaba la operación de Lucas. Duraría unas dos horas, así que, con suerte, por la noche me llamaría. A no ser que le pasase algo, que en ese caso me llamaría su madre y yo... Dios, no podía pensar eso, no podía pensar que Lucas no sobreviviría, iba a sobrevivir, volvería conmigo. 
Suspiré. Le echaba de menos, maldita distancia. Maldito cáncer. El cáncer era el culpable de la distancia. 
Me vestí sin dejar de pensar en Lucas. Intenté meter los brazos por la pernera del pantalón vaquero azul y la cabeza en vez de meterla por el agujero para la cabeza la metía por el del jersey negro. Me puse unas botas, negras también y un abrigo, estaba nevando. Me encantaba la nieve, cuando nevaba en mi pueblo me pasaba el día fuera, normalmente. La verdad, me parecía algo melancólico que nevase el mismo día que operaban de cáncer a mi mejor amigo.
Una bola de nieve me golpeó en la oreja cuando cruzaba por la plaza del pueblo.
--¡Lo siento, Alissa! --gritó una niña.
Cuando se acercó la reconocí, era mi prima Cerissa, una niña rubia con el pelo recogido en dos trenzas y ojos azul verdoso. Me miró con una sonrisa desdentada que se le quitó al verme la cara. Me llevé la mano a los ojos. ¿Estaba llorando? No me había dado cuenta. Teniendo en cuenta que las lágrimas estaban medio congeladas, era preocupante.
--¿Qué te pasa, prima Ali? --preguntó ella con una voz demasiado adorable que solo pueden tener los niños de seis años. 
--Nada, Ceri --sonreí todo lo natural que pude --. ¿Con quién jugabas?
--Con Siaff y Lina. ¿Quieres acompañarnos a ver si te animas?
--No estoy triste, Ceri -- mentí.
Sonrió dulce y me cogió la mano arrastrándome con sus amigas.
--No te lo crees ni tú.
Dios, que lista era esa niña para tener seis años.
Llegamos donde estaban Siaff y Lina. Eran gemelas y además las hermanas pequeñas de Dea. Siaff era pelirroja y de ojos azules y Lina también, eran gemelas.
--¿Qué te pasa, hermanita Alissa? --preguntaron a la vez.
Esto empezaba a dar miedo. ¿Tan mala actriz era? Las miré con una sonrisa forzada y dije:
--No me pasa nada, niñas. Estoy bien.
--Somos pequeñas pero no tontas --susurraron. 
Vale, eran pequeñas, listas y pesadas. Vi una muñeca en el suelo y la recogí.
--¿De quién es? --pregunté para cambiar de conversación.
--¡Mía! --dijo Cerissa.
--¿Y cómo se llama?
--No tiene nombre, no se me ocurre ninguno --dijo frunciendo el ceño.
--¿Edburga? --propuse.
--¡Edburga no me gusta! --chilló.
No pude evitar reír. Lo de los nombres raros se le había ocurrido a Lucas cuando me había llamado Alessia Anacleta por primera vez. 
''Mejor no pensar en Lucas.'' pensé ''Me duele el corazón.''

Cuando las niñas se cansaron de jugar, llevé a Cerissa a su casa y luego a Siaff y Lina a la suya, donde me encontré a Dealia que me arrastró dentro y no me dejó salir.

Para cuando volví a casa ya eran las diez de la noche. Volví a mirar el reloj, ¿las diez de la noche? ¿Por qué no había recibido ninguna noticia de Lucas?

domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 11--Por el poder de la croqueta



En cuanto sonó la campana recogí la libreta, los libros y el estuche y salí corriendo por la puerta. ¡Ese día nos daban las vacaciones y operaban a Lucas! Habían pasado unos meses desde que Dylan me prometiese venganza --efectivamente, me había intentado tirar un globo de agua, el cual cogí, metí entre la camiseta y la espalda y exploté con la mano--. El curso había pasado rápido, demasiado rápido, temía por Lucas. Miré la hora. Le operaban a las dos y media, y ya era la una. Salí del instituto corriendo y fui hasta casa, cogí mi teléfono y le llamé.
--¿Sí? 
--Lucas... --suspiré. 
--¿Qué pasa? --dijo él. 
--Pensaba que no llegaba a hablar contigo antes de que fueses a prepararte para la operación.
--Llegar llegas, pero no tengo mucho tiempo...--suspiró.
--Bueno... Cualquier rato que hable contigo será bueno.
--Oh, me halagas --rió.
--¿Qué tal estás? ¿Estás preocupado?
--Sí --dijo--. No sé si volveré o si...
--Volverás. 
--No lo sabes, Alissa. Solo sabes que me van a operar.
--Y que te recuperarás por el poder de la croqueta de peluche.
--La croqueta de peluche no ayuda, pero gracias. Alissa, tengo más posibilidades de morir que de vivir, pero no debe afectarte si me pasa algo. Ya has estado varios meses sin mí, no te preocupes, sigue con tu vida.
--Lucas...
--No, Lucas no --me interrumpió--. Si me pasa algo, tengo algo para ti. No llores, no te preocupes, ¿vale? Si sobrevivo, te llamaré yo. Sino, mi madre, lo hemos hablado...--suspiro-- Alissa, sabes que yo quiero sobrevivir y volver contigo y pegarte con el peluche. Pero no sé si...
--¡Lucas, vas a sobrevivir! Por ti, por Dea... Por mí... No te vas a morir, no puedes. Sé que me llamarás tú, lo sé. Lucas, no te morirás, es una operación, una vez de pequeño te caíste de la cuna y sigues vivo.
--¡No me caí de la cuna, Alissa! 
--Era una buena ocasión para insultarte, pero es broma. Ahora en serio, has soportado mucho en tu vida y ahora no te vas a morir por una estúpida enfermedad.
--Sí me puedo morir, Alissa. Solo te pido que no estés triste, sabes que me pueden pasar muchas cosas, pero te quiero, ¿vale? Si me muero te querré desde el cielo. Y si sigo vivo te querré desde aquí pero siempre te querré. Y eso lo tengo claro desde hace años. Pero si me pasa algo, rehaz tu vida y olvídate de mí. No me necesitas.
--No puedo rehacer mi vida sin ti porque eres toda mi vida, porque eres lo que necesito para respirar, Lucas.  Te quiero más que a nada, y ya sé que es cursi. Pero sin ti nada es lo mismo, por eso solo quiero que sobrevivas, que vuelvas conmigo, que te quedes junto a mi.
--Siempre estaré junto a ti, Alissa. Solo que puede que no me veas, o no me sientas. Si me pasa algo acuérdate de mí, de las veces que te pegaba y hacía cosquillas en el suelo de tu sótano, que te tiraba al suelo cuando hacías una voltereta, de cuando a los trece años nos sentábamos juntos en el banco roto y apartado del instituto y nos rozábamos los dedos de la mano, de las veces que nos hemos besado y de como era antes del cáncer. Recuérdame así porque es como soy yo, como seré si vuelvo. 
--Volverás, Lucas. Volverás como que te pasaste llamándome Alessia la mitad del primer curso que estuvimos juntos, porque si no vuelves no podré vivir, Lucas. No podré.
--Si podrás, Alissa. Me tengo que ir ya... --suspiró-- Te amo más que a mi vida --colgó.
Estaba llorando. Lucas no, mi Lucas no. Iba a sobrevivir, yo lo sabía.

sábado, 20 de abril de 2013

Capítulo 10-- Perder una apuesta.


Respiré lentamente. ¿Demasiado peligroso? ¿Demasiado peligroso por qué? Como si me leyera la mente, respondió a mi pregunta.
--Demasiado peligroso porque me podría morir.
--Ah --dije, abrazándome las rodillas.
En ese momento entró Dea, con un zumo en la mano.
--Alissa, ven. Tenemos que irnos, me temo que me he dejado el gas abierto esta mañana. 
--¿Y los mandos?
--Los mandos no, pero el gas sí. Y aún así la casa puede explotar.Y si la casa se explota no será gracioso. Bueno, a no ser que al explotar aparezca un gato bailando con las manos en las caderas, pero dudo que eso ocurra.
--¿Los gatos tienen caderas? --preguntó Lucas mientras yo recogía mis cosas.
--Ni idea --Dea se encogió de hombros y me abrió la puerta--. Adiós, Lucas.
Le di a Lucas su regalo, la croqueta de peluche y fui hacia la puerta.
--Adiós, Lucas --dije yo, apagada --. Y suerte.
--¿QUÉ NARICES ES ESTO? --gritó riendo cuando vio la croqueta de peluche.

El lunes estaba otra vez en la mesa de mi instituto, jugando con mis dedos y esperando que Dylan no viniese. Quería romper ya, después del beso que me había dado Lucas lo tenía todo más claro que nunca. 
--Hola, preciosa...--dijo Dylan acercándose a mi y separándose de sus amigos.
--Dylan --dije yo poniéndole un dedo en los labios para que se parara --. Tengo que hablar contigo.
--¿De qué? --me miró, extrañado, levantando la voz.
--¿Tiene que ser aquí? 
--Sí --levantó la voz.
Oh, Dylan quería demostrar que habíamos salido. Pues no le iba a ser tan fácil.
--Tenemos que dejar de vernos --dije bastante alto.
--¿Por qué? --dijo, a gritos.
--Porque necesito tiempo para pensar... Me absorbes todo el tiempo, no puedo seguir pasando tanto tiempo contigo --inventé.
--Pero... Yo te necesito... --dijo.
Se le notaba que no me quería, que se estaba preocupando por la apuesta. Además no paraba de levantar la vista para mirar a sus amigos, que se estaban riendo.
--Sí, claro. Me necesitas para ganar una estúpida apuesta --le miré, furiosa.
Se quedó sin palabras. En ese momento entró el profesor y Dylan fue hasta su sitio,  se sentó y me miró, claramente sorprendido. Se ve que no se esperaba lo de la apuesta. Sus amigos se reían y le miraban, burlándose. Miré al profesor, que estaba explicando algo a lo que no estaba prestando atención mientras reía por dentro. 

--¡Alissa, Alissa, Alissa! --Dea entró en mi casa corriendo y saltó a mi lado en el sofá.
--¿Cómo has entrado? --grité riendo.
--Me ha abierto tu madre. Pero eso no importa, ¡Dylan dice que se vengará de ti!
--Dylan no puede tocarme un pelo a no ser que quiera quedarse estéril de una patada en sus partes --sonreí.
Dea rió alegremente.
--Pero ten cuidado, puede ser muy cruel.
--Sí, puede tirarme un globo de agua --reí.

Capítulo 9-- Demasiado Peligroso.


Entré en su habitación envolviéndole en un gigantesco abrazo y riendo.
--¡Alissa, ya, suelta, suelta! --rió él intentando apartarme.
--¡Nunca! Eres mi peluche --reí yo mientras Dea me apartaba.
--¡Me toca a mi! --exclamó abrazándole ella también.
--¡Me asfixiaréis! --gritó él.
Me senté a su lado en la cama mientras Dea se ponía en el sillón reclinable que había en frente. La habitación era deprimente y las ventanas daban al cementerio. Más deprimente aún.
--¿Qué tal? --dije yo, preocupada, mirándole a los ojos.
Esbozó una media sonrisa adorable y fue a pasarse las manos por el pelo, pero las bajó al darse cuenta de que, bueno, estaba calvo. También estaba más delgado, sería cosa de la quimioterapia. Pero seguía siendo Lucas, con sus ojos y su sonrisa. Y era lo que importaba. Eso y que por dentro fuese él y él siempre era... bueno, él.
--Bien, Alissita. Estoy bien y ahora no me preguntes que si estoy seguro de que estoy bien porque lo estoy --sonrió, cansado.
--No te lo crees ni tú, Lucas. Estás cansado y deprimido, se te nota en la cara --dije yo mirándole preocupada.
Me pasó un brazo por los hombros y Dea se levantó.
--Aquí sobro, os dejo solos un ratito, tortolitos. No hagáis nada que una croqueta no haría --dijo sonriendo y saliendo por la puerta.
--¿Que no hagamos nada que una croqueta no haría? --preguntó Lucas riendo.
Empecé a ponerme nerviosa. Lucas estaba muy cerca y estaba apretándome contra él con cariño.
--Sí, es una expresión suya --puse los ojos en blanco, riendo yo también y apoyando la cabeza en su hombro--. ¿Qué te pasa?
--Sus expresiones son extrañas --rió, y de repente se puso serio, sin responder a mi pregunta.
Le miré extrañada y me acordé de lo que tenía que contarme. ¿Qué sería? Iba a preguntarle, pero abrió la boca para volver a hablar.
--¿Te acuerdas de lo que te tenía que contar? --dijo mirándome.
Que si me acordaba, decía...
--Sí. Y tanto --reí.
--Luego te lo contaré...--sonrió-- ¿Bailas?
Solté una carcajada. ¿Quería bailar?
--Vale, sé que no bailas... --suspiró-- Pero quiero marearte --rió.
--De acuerdo, ven --me levanté y le cogí las manos, llevándole hasta el centro de la habitación.
Riendo, empezó a hacer que diese vueltas, esperando que me marease, riendo. Cuando me soltó, para demostrar que no estaba mareada, hice una voltereta sobre su cama y me quedé tumbada de lado, mirándole.
Se acercó y me cogió las manos pegándolas a la cama y agachándose para besarme, mordiéndome el labio, lentamente. Se separó unos milímetros de mi y susurró:
--¿Te cuento eso?
--Sí --dije sin dudarlo un instante.
--Adelantan mi operación a Navidad... --susurró.
--¿Por qué? --musité mirándole a los ojos.
--¿La verdad?
--Toda la verdad y nada más que la verdad.
--Es demasiado peligroso atrasarla más.

viernes, 19 de abril de 2013

Capítulo 8-- Hasta el sábado.


--¡Luucas! --canté yo cuando él cogió el teléfono.
--¿Aali? --cantó él.
--Estoy a cinco calles de tu hospital --canturreé yo.
--¿Qué?
--Hospital. Ya sabes, ese sitio donde curan a la gente...--dije yo aguantándome la risa.
--Hoy me hacen pruebas, ni hoy ni mañana podrás venir, Ali... --suspiró.
--Da lo mismo. El sábado a primera hora, voy --dije yo paseando nerviosa.
--Vale, Croquetita. Me alegro de que hayas venido. Tengo que decirte algo. Cara a cara. Pasado mañana nos vemos. 
--¿Qué tienes que decirme, Lucas?
--Nada. Es decir, es algo, pero por aquí no, ahora no.
--Es mejor que vaya sabiéndolo. 
--No lo es. ¡Calla! Te lo contaré el sábado. 
--Tonto. Yo lo quiero saber.
--¿Si cuelgo te callarás?
--Probablemente.
--Pues hasta el sábado --dijo riendo y colgó.
--¡Hasta el sábado! --dije con voz alegre, colgando.
--¿No podemos vernos? --dijo Dea, preocupada.
--No hasta el sábado... --suspiré-- ¡Pero podemos ir a la heladería!
--En la heladería de aquí no habrá HelaSitos --dijo ella con una sonrisa en la cara. 
--Si que habrá --reí--. Pero los de nuestra heladería son insuperables.

Entramos en la heladería cogidas del brazo, dando saltos y agitando la cabeza.
--Dos helados de nata con ositos-- pedí yo.
Los cogimos y nos sentamos en una mesa amarilla con sillas naranjas. Esa heladería hacía daño a los ojos.
--¿Entonces hasta el sábado no podremos ver a Lucas? --repitió ella.
--Exacto, pesada --dije yo poniendo los ojos en blanco.
--¡Yo no soy la que ha hablado con él! --exclamó ella -- Por cierto, ¿le vas a contar lo de Dylan?
--No creo... --suspiré.
--¿Por qué? --dijo ella, interesada.
Me callé. Iba a romper con Dylan, pronto, lo más pronto que pudiese. Pero antes quería fastidiarle la apuesta. Pensaba estar alejándome de él hasta que rompiésemos.
--No tiene por qué saberlo --dije al final --. Ya tiene demasiados problemas.
--Tienes razón, pero ya sabes que no me gusta ocultarle cosas...
Era verdad, cuando éramos niños le contaba secretos a Dea y siempre se los acababa contando a Lucas por culpabilidad. Sabía mentir, pero no ocultar cosas. 
--Dea, por favor. Solo hasta que se recuperé. 
--Vale, Ali. Vale.

El sábado Dealia y yo nos levantamos pronto, demasiado. Pero no podríamos haber dormido igual, estábamos demasiado nerviosas. Nos vestimos igual, camiseta blanca, vaqueros azules y deportivas negras. Salimos por la puerta intentando parecer normales. Antes de llegar a la esquina, ya estábamos discutiendo sobre si era lógico que el día anterior le hubiésemos comprado una croqueta de peluche a Lucas. Bueno, daba igual que no fuésemos normales, ¡íbamos a ver a Lucas! 

miércoles, 10 de abril de 2013

Capítulo 7- Viaje.


''Treinta por ciento, treinta por ciento...'' era lo único que pensaba cuando me acosté, con Dea a mi lado. Llevábamos durmiendo juntas al menos una vez cada dos semanas desde tercero de primaria. Pero eso no me importaba.
Lucas, mi Lucas, con un setenta por ciento de posibilidades de morir. Lucas era fuerte, tenía que sobrevivir. O eso me repetía a mi misma todo el rato para no derrumbarme y acabar llorando abrazada a la almohada. Giraba y giraba, intentando dormir. Ya ni me interesaba lo de Dylan. Bien pensado, creo que ni me gustaba. Pero a Lucas le quería, le quería de verdad. Si le pasaba algo, jamás me lo perdonaría. Era mi pequeño Lucas, le conocía desde siempre y necesitaba verle. 
Luego estaba lo de Dylan, pero, sinceramente, no pasaba nada. Conocía esas apuestas. El chico intentaba enamorar a la chica y tenía que conseguir besarla delante de toda la clase, o, en su defecto, de todos los chicos que participasen en la apuesta. Después tenían que romper de una manera que fuese vergonzosa para la chica, todo eso antes de que pasasen nueve meses o el chico tendría que pagar entre diez y veinticinco euros. Si el chico era rechazado en público antes de los dos meses perdería. 
Podría rechazarle, pero perdería toda la gracia. Yo quería vengarme y quería ser cruel y para eso iba a necesitar la ayuda de Dea.

Entré en clase el lunes, cogida del brazo de Dea, hablando de cosas intrascendentes, disimulando.
--¿Entonces ahora toca tutoría? --preguntó sentándose encima de la mesa, a mi lado.
--Sí --dije yo apoyando los pies en la silla de delante mía viendo como se acercaba Dylan.
--Hola preciosa --dijo él poniendo las manos a ambos lados de mis piernas, en la mesa e inclinándose para besarme.
Me eché hacia atrás con una sonrisa pícara y puse sus manos en su cara. 
--Aquí no, tonto...--sonreí.
Por dentro estaba tirada por el suelo disfrutando de la venganza, pero por fuera estaba seria y fingía vergüenza. Me giré para hablar con Dea, ignorando a Dylan un poquito.
--¿Sabes que hay puente de cuatro días en semana y media? --dije sonriendo.
--¿Podemos ir a ver a Lucas, mamá? ¿Podemos, podemos? --dijo levantándose y dando saltitos delante mía.
--¡PODEMOS! --grité yo riendo.
--¡Bien! --rió ella --¿Cómo convenceremos a nuestros padres? 
--Con un autobús --dije yo, sentándome en la silla.
--Vale, me lo apunto --dijo ella cuando entró la profesora.

A mitad de la clase, me llegó una nota de Dylan, que se había sentado detrás. Me preguntaba que por qué no le había besado. Le devolví la nota, diciendo que me daba vergüenza que nos vieran todos. Mentira, pero bueno, mientras pudiese torturarle con la apuesta todo iría bien. 


Una semana y media después, estaba en la estación cogida del brazo de Dea. Íbamos a quedarnos en casa de mi tío, solas porque mi tío no estaba, hasta el domingo por la mañana. Al llegar a Valencia, llamaríamos a Lucas y le diríamos donde estábamos para verle. Le echaba muchísimo de menos. Y eso que llevaba menos de un mes sin verle.